miércoles, 7 de diciembre de 2016

Dia 6 - Sarria - Portomarin. Unos cien kilómetros finales muy distintos.

Este Camino de Invierno es distinto. Es un Camino más solitario, con otros horarios y costumbres que tienes que cambiar. Es lo que más me está llamado la atención, pero sobre todo a partir de Sarria es como si hicieses un Camino diferente.
Ahora estoy en la Plaza Mayor de Portomarín, enfrente de la Iglesia de San Nicolas, sentado solo en una terraza mientras escribo. En verano sería casi imposible conseguir este sitio. La calle, ahora vacía estaría rebosante de gente y todos los establecimientos estarían abiertos.
En la etapa, durante el verano hubiese tenido que or apartando gente y hubiese tenido que seleccionar donde pararentre los muchos bares que jalonan la ruta cada pocos kilómetros. Hoy, aunque he visto más gente que otros días, he ido casi solo, descubriendo mejor este tramo del Camino tan concurrido y he tenido que parar en los dos únicos bares que he encontrado abiertos en veinticuatro kilómetros.
Lo cierto es que he disfrutado mucho de la etapa, pues el tiempo, despejado y frío por la mañana, ha sido perfecto para caminar y finalmente he tenido que ir quitándome toda la ropa de abrigo cuando el calor ha empezado a apretar.
Hotel Alfonso IX

He salido a las ocho y cuarto del hotel y me he dirigido a la cercana Oficina de Correos, que abre a las ocho y media. He pedido una caja para enviar un paquete y la señora que me atendía ha llamado a toda la oficina (cuatro personas) para que vinieran. Resulta que conmigo inauguran un nuevo programa informático  que les acaban de instalar para que los envíos sean digitalizados, en vez de tenerlo que hacer todo en papel.
Ha sido un show, como era de esperar. Todos opinaban sobre lo que había que poner en cada apartado de la pantalla del ordenador. Han tenido que mirar el manual para ver como se hacían un par de cosas. Todos han opinado sobre el tamaño de caja más adecuado para lo que quería mandar y todos se han regocijado cuando por fin ha salido una etiqueta que han puesto ufanos en la caja donde he metido las cosas que espero lleguen algún día a Madrid, porque con el follón , vaya usted a saber dónde acaban.
Lo bueno ha llegado cuando he pedido mi recibo. Nadie sabía como imprimirlo. Nueva consulta al manual y finalmente por los interiores de la oficina se ha oído una impresora que se ponía en marcha, lo que ha provocado la alegría de todos. Me he guardado con cuidado el recibo, me he despedido de todos y he salido de la oficina con dos kilos menos en la mochila, que he notado mucho a lo largo del día. Parece mentira, pero dos kilos menos en la espalda se notan muchísimo en las rodillas y la espalda, sobre todo cuando ya llevas otros doce que no te puedes quitar.
Después de entrar en la historia de la Oficina de Correos de Sarria por ser el que inauguró su nuevo programa de digitalización, me pongo ya en Camino. Son ya las nueve, pero no me importa, porque me he divertido mucho.
Vuelvo hacia el hotel para salir por el Malecón. No hay ni un solo peregrino en este paseo que normalmente rebosa de ellos y que pensé que hoy encontraría más gente.
Escaleras de Sarria

Sarria es punto de inicio para muchos peregrinos. Ello se debe  a que es la ciudad de un tamaño más o menos adecuado y con buenas comunicaciones más cercana al mágico mojón de los cien kilómetros a Santiago. 
Cien kilómetros es la arbitraria marca mínima que el Cabildo de la Catedral de Santiago exige para que un peregrino a pie pueda recibir su Compostela. Y ese reconocimiento público del esfuerzo realizado mueve a muchos peregrinos a empezar aquí su Camino.
Calle Mayor de Sarria

De esta manera la primera dificultad que muchos encuentran en su camino es la subida a Barbadelo, justo a la salida de Sarria y tras pasar por la calle Mayor, rebosante de Albergues , y el hermoso Convento de la Magdalena, situado en la parte más alta de este pueblo en cuesta que es Sarria.
Cruceiro en el Mirador de Sarria


Sarria desde el Mirador
A la salida de Sarria  hay que atravesar asimismo el diminuto y bien conservado puente romano con el que se despide esta ciudad.
Puente Romano

Este puente, en el que normalmente hay que hacer cola para hacerte una foto, está hoy para mi solo, así que lo miro desde todos los ángulos y me hago todas las fotos que quiero.
Puente Romano

La subida a Barbadelo es una cuesta que se hace más dura al ser la primera. Se hace por un sendero estrecho de tierra que asciende por un bosque de robustos y ancianos árboles, de gruesos troncos, acogedoras copas y traicioneras raíces. 
Inicio de la subida a Barbadelo
Inicio de la Subida a Barbadelo
Es un ascenso precioso que se disfruta especialmente con las primeras luces del día, a esa hora en la que los peregrinos gustan de ponerse en marcha para evitar las horas más calurosas del día. Hoy el día ya lleva tiempo despierto, pero la subida solitaria se agradece mucho.
Subida a Barbadelo
 Me paro a fotografiar árboles y me adelantan tres peregrinas en sucesión. Cada una va por su lado. Una es coreana y a otra la llevo viendo desde O Cebreiro. Va siempre sola y despacio, así que la adelanto todos los días.
Subida a Barbadelo

Ya vencida la cuesta disfruto llaneando por el alto, con magníficas vistas en un sendero cómodo que me acerca en un suspiro a un pequeño pueblo que acoge una de las iglesias más bonitas y sin embargo más ignoradas del Camino.
Camino a Barbadelo

Y es que la Iglesia de Barbadelo se encuentra escondida entre casas a apenas cincuenta metros del Camino. Suficiente distancia como para que la mayoría de los muchísimos peregrinos que por aquí pasan eviten hacer el pequeño desvío que lleva al templo siguiendo la erronea máxima de “hacia atrás ni para tomar impulso”.
Barbadelo

Y es una pena. Pero el peregrino veterano sabe que muchas de las mejores cosas del camino se encuentran en sus orillas, en sus límites. Hay que hacer un pequeño esfuerzo para llegar a ellas, pero siempre, siempre, merece la pena.
Iglesia de Barbadelo

Así que el me desvío de la ruta y por una callecita llego hasta la pared de piedra que, enmarcada entre casas bajas que lo ocultan a las miradas,  cierra el viejo templo.
Me equivoco. Viejo  templo no, mejor anciano. Anciano templo lleno de historia que lleva viendo pasar peregrinos  mil años. Y es que la iglesia de Barbadelo ya es citada en el Codex Calixtinus. Mucha historia en este muro pétreo que se alza ante mi y que cruzo para entrar en el recinto del pequeño cementerio que, como en muchas otras iglesias gallegas  rodea el templo. Buena esta idea de reposar para siempre lo más cerca posible de la casa de Dios. Algo se pegará de la santidad del lugar, digo yo.
Todo el conjunto de la iglesia rezuma tranquilidad y paz. Los muertos, desde la paz de sus altos  nichos coronados con estilizadas cruces saludan al peregrino que se acerca a visitarles con un silente ¡Buen camino! , que el verdadero peregrino siente en su corazón. El aire es calmo y perfumado a estas tempranas horas de la mañana y avanzo por el estrecho sendero que, entre nichos y almas,  me acerca a la puerta  de la iglesia.
 Como casi todos los templos del Camino, este es más bello por fuera que por dentro. El pórtico dela entrada se enfrenta a un bajo muro de piedra que cierra el recinto y en el que destacan cuatro robustas y desnudas cruces de piedra ennegrecida por el tiempo y la intemperie. Es un rincón precioso que se disfruta antes de pasar al interior del templo, pequeño y recogido. Preside el mismo el Apóstol, que saluda tras el altar con un atuendo peregrino que hace que el caminante se identifique de inmediato con él.
El templo es románico, de piedra, oscuro, bajo y acogedor. Un verdadero templo-albergue para el peregrino que se sienta en uno de sus bancos de madera para admirar la desnudez de las paredes de piedra y absorber la fuerza y la paz que han dejado aquí los cientos de miles de peregrinos que antes que él han presentado aquí sus respetos al Apóstol
Una oración rápida y la promesa al apóstol de verle pronto en su casa en Santiago y salgo del templo, tras sellar mi credencial y dejar un pequeño óbolo para el mantenimiento el lugar sagrado.
Antes de volver al camino me  alejo un poco de la pared delantera del templo para contemplar este con algo de perspectiva. No mucha, pues las casas y las callejas retorcidas dificultan la contemplación, pero si la suficiente para disfrutar del rudo trabajo de piedra, de la estilizada y solitaria torre que se alza al cielo desde el lateral y del conjunto cerrado y sin ventanas del templo, rodeado siempre de los fieles que se han quedado a vivir su muerte pegados a la pared del lugar sagrado.
Ya reconfortado con esta breve pero intensa visita, vuelvo al camino en dirección al aún lejano puente de Portomarín. Un par de peregrinos novatos que casualmente ahora pasan  me miran con suficiencia pensando que me he equivocado y he tenido que volver sobre mis pasos. Pero yo sonrío indiferente. Se mejor que ellos que una visita a la iglesia de Barbadelo nunca es tiempo perdido, al menos para el espíritu.
Tras Barbadelo, el camino sigue subiendo suavemente hasta el siguiente pueblín, que se llama Rente y que está a tiro de piedra. La etapa de hoy se caracteriza porque se pasa por una sucesión de pequeñas aldeas todas similares y todas casi pegadas unas a otras. Esto hace que el caminar sea ameno, pues siempre tienes una referencia cercana.  En toda la etapa se pasa por veintiún pequeños nucleos de población en los veinticuatro kilómetros de etapa.
Camino a Rente

El paisaje es muy parecido durante todo el recorrido. Carreterillas aisladas o preciosos senderos entre bosques, con ocasionales vistas a los valles y suaves montes circundantes. Tan igual es todo que al final se hace monótono y pierdes noción de cual es este pueblo de cuatro casas bajas de piedra con establos y un profundo olor a vaca por el que estás pasando.
Pero hay algunas referencias que no se despistan. Pasado Rente se llega a una fuente curiosa que tiene una imagen de Pelerín, la mascota de no se cual año Jacobeo. Es feo como un diablo, pero no puedo desaprovechar la ocasión de encontrármelo solo y me hago una foto con él.
Fuente de Pelerín

Fuente de Pelerín
Un poco más adelante llego a la puerta del Molino de Marzan, que siempre están cerradas y que por tanto no hay quien visite.
Molino de Marzán

Cruzo más adelante un regato por un puente de losas de piedra que en verano no tienen utilidad ninguna pero que ahora evitan tener que vadear la corriente.
Camino a Leiman

Llego a un cruce de carretera en el pueblin de Leimán y tomo un agradable camino de castaños para llegar a Brea, donde está la máxima altura de la jornada, que no es mucha.
Leiman

Aquí estaba antes el mojón del kilómetro 100, que ahora han trasladado casi tres  kilómetros más adelante. 
Camino a Brea
Camino a Brea
Pasado Brea, en Morgade, hay un bar en el que suelo parar, pero hoy está cerrado, como casi todos los demás del camino. Justo antes de llegar veo un grupo de ocho peregrinos que están sentados descansando a la puerta de un caserío aislado. Son los que el otro día estaban cenando y cantando en O cebreiro y que tan amena hicieron la cena.
Bar de Morgade

Por un agradable camino en cuesta llego a Ferreiros, donde finalmente encuentro el primer bar abierto de la jornada, así que me paro para descansar. 
Camino a Ferreiros

Camino a Ferreiros
Hay otros cinco peregrinos, todos alemanes a los que no entiendo ni palabra. Posteriormente llegan otros dos, que hablan inglés y cuando ya estoy marchándome, llega el grupo de ocho de antes. Aquí hay mas peregrinos de los que he visto en todo lo que va de Camino.
Iglesia de Ferreiros

Una fuerte bajada me lleva a la Iglesia de Ferreiros, que curiosamente no está en Ferreiros, sino en Mirallos, un kilómetro más adelante. Es una iglesia románica que , no se porqué razón, trasladaron desde su emplazamiento original en Ferreiros hasta aquí. Es muy bonita y tiene una preciosa pila bautismal en el exterior, en medio del habitual cementerio de nichos. Es curioso, los dos extremos de la vida relacionados en este mismo recinto.
Iglesia de Ferreiros

Desde Ferreiros seguimos por una carretera en fuerte ascenso que pronto se abandona para seguir por un percioso camino boscoso que al cabo de un rato comienza a bajar ya hasta llegar a Mercadoiro, donde está uno de mis bares favoritos del Camino.
Camino a Mercadoiro
 Es un albergue que tiene un bar con una explanada de hierba espléndida, y que conocí en mi primer camino con Concha, Paloma y Luis. Siempre he repetido cada vez q1ue paso por aquí. Siempre menos hoy. Está cerrado, así que toca seguir.
Mercadoiro

Afortunadamente a unos seiscientos metros hay una tienda que vende de todo y que en verano esta siempre hasta la bola de gente. En su exterior hay varios paneles llenos de conchas pintadas de las formas más variadas. Hay algunas bonitsas, pero la mayoría son horribles. Ahora no hay en la tienda más que un peregrino que se marcha justo cuando yo llego, me pido una coca y me siento en el exterior a descansar.
Me quedan siete kilómetros que son los más pesados de la etapa. Sigo pasando pequeños pueblines innominados que hacen perder el sentido de la distancia.  Pero en un momento dado de la bajada se puede ver ya Portomarín, que parece estar como a cuatro kilómetros de distancia, bastante más debajo de donde me encuentro.
El camino sigue bajando, ahora por terreno muy despejado, hasta llegar a Vilacha, único pueblo con nombre de la zona, y situado a algo más de dos kilómetros de Portomarín.
Portomarín desde el Camino

Ya quiero llegar cuanto antes, así que acelero el paso y llego a un cartel que marca dos caminos alternativos para llegar a Portomarín. Ambos son similares en distancia, pero uno de ellos es mucho más duro. Es el que cogí la última vez que pasé por aquí en Agosto, así que decido probar el otro, que es un pelín más largo.
Entrada a Vilacha

Y resulta que ya lo conozco. Es el Camino tradicional que tiene la famosa “Cuesta Matauñas”. En esta cuesta perdí una uña el primer año que hice el Camino. Es una cuesta por carretera de una inclinación terrible. Este año no me importa, porque las uñas ya las perdí en el descenso a Molinaseca.
Portomarín

A pesar de ello bajo la cuesta con  mucho cuidado y zigzagueando hasta llegar a la carretera que en un pequeño tramo de subida me lleva al puente sobre el pantano del Belesar que lleva hasta Portomarín.
Portomarín

Llegada a Portomarín
El pantano está inusualmente bajo, lo que deja ver perfectamente el antiguo puente, que cruza muy por debajo del actual y los restos de las casas de lo que en su día fue el antiguo pueblo de Portomarín, abandonado y reconstruido en su ubicación actual cuando se construyó la presa en los años 60. Una impresionante obra de ingeniería que permitió salvar los principales monumentos del `pueblo, como la iglesia de San Nicolas, que fue trasladada piedra a piedra a su ubicación actual.
Embalse de Belesar

Cruzo el puento, no sin una cierta aprensión, pues la altura es enorme y el pretil pequeño y bajo, y ya me encuentro al pie de las altas escaleras que dan acceso a Portomarín.
Puente de Portomarín
 Para ir a la Pousada, que es mi alojamiento de hoy podría coger una carretera que sale a la derecha de las escaleras y que me lleva a ella directa y de manera más cómoda.
Entrada a Portomarín

Pero prefiero subir las escaleras, disfrutar de la excelente vista del pantano que desde aquí se tiene y luego subir despacio toda la porticada Calle Mayor de Portomarín, que se encuentra completamente desierta a estas horas, las tres , en que llego yo.
Escaleras de entrada a Portomarín

Portomarín
La Calle Mayor desemboca en la plaza donde se alza imponente el templo fortaleza de San Nicolas y unos trescientos metros más allá está la Pousada de Portomarín, mi alojamiento de hoy.
Calle Mayor de Portomarín

Ya por fin he terminado la etapa y descanso en la habitación hasta las cinco. Doy luego una vuelta por el pueblo, que en contraste con el bullicio de verano, está casi desierto. Al igual que en Sarria casi todos los albergues están cerrados, así como la mayoría de las tiendas. 
Iglesia de San Nicolas
Apenas hay paisanos por las calles y todo tiene un aspecto de muerto y abandonado. Me recuerda a los pueblos de playa en invierno, llenos de instalaciones inútiles en esta época del año y que siempre dan sensación de decadencia y abandono. Si esto es así aquí, en Portomarín que es un pueblo grande, no quiero pensar qué será en los pueblos de la meseta, que prácticamente viven solo del Camino y de los Peregrinos. Deben estar desiertos ahora.
Pousada de Portomarín

A las siete y media voy a misa en la Iglesia de San Nicolas. Somos ocho personas, de las que comulgamos tan solo tres. Claro, el cura se ventila la misa en media hora, sin sermón ni nada.
Sin nada más que hacer vuelvo a la Pousada y ceno a las ocho pasadas. Parrillada de Verduras y solomillo, muy ricos.
Y se acabó el día. Día de descubrir unos cien últimos kilómetros casi solitarios y muy distintos de los que se recorren en verano. En esta época el camino en esta zona es más auténtico y más parecido al resto del Camino; sin tantas masas y con más soledad. Y eso se agradece.

5 comentarios:

  1. Las crónicas de este camino invernal son mas líricas y espirituales.
    Me han gustado mucho
    Mari Cruz

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  2. Me voy acordando de las etapas según veo las fotos

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  3. Yo como tengo mono, estoy disfrutando de las. crinicas y es como si estuviera allí, el árbol subiendo a Barbadelo a la derecha del camino, la pequeña iglesia con su cementerio, el bar de Morgade y para acabar el vértigo al cruzar el puente de Portomarin, una pasada.
    Gracias Antonio y Buen Camino.

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  4. Hoy me uno a las crónicas y a las imágenes del camino, que son preciosas. Y estamos preparados para recibir el envío que has hecho! Muy buena la descripción de ese momento! Abrazos y buen camino!!

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  5. Yo creo que es hora de que publiques un libro sobre el Camino. Pocos pueden dar tantos consejos y sugerir tantas cosas diferentes como vos. O presentarte a un concurso de trivial jacobeo y ganar una fortuna porque aguantarías muchas semanas aunque te retasen otros concursantes.
    Y lo de Correos muy bueno. Igual llega el paquete incluso.

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