Este Camino de Invierno es distinto. Es un Camino más
solitario, con otros horarios y costumbres que tienes que cambiar. Es lo que
más me está llamado la atención, pero sobre todo a partir de Sarria es como si
hicieses un Camino diferente.
Ahora estoy en la Plaza Mayor de Portomarín, enfrente de la
Iglesia de San Nicolas, sentado solo en una terraza mientras escribo. En verano
sería casi imposible conseguir este sitio. La calle, ahora vacía estaría
rebosante de gente y todos los establecimientos estarían abiertos.
En la etapa, durante el verano hubiese tenido que or
apartando gente y hubiese tenido que seleccionar donde pararentre los muchos
bares que jalonan la ruta cada pocos kilómetros. Hoy, aunque he visto más gente
que otros días, he ido casi solo, descubriendo mejor este tramo del Camino tan
concurrido y he tenido que parar en los dos únicos bares que he encontrado
abiertos en veinticuatro kilómetros.
Lo cierto es que he disfrutado mucho de la etapa, pues el
tiempo, despejado y frío por la mañana, ha sido perfecto para caminar y
finalmente he tenido que ir quitándome toda la ropa de abrigo cuando el calor
ha empezado a apretar.
Hotel Alfonso IX |
He salido a las ocho y cuarto del hotel y me he dirigido a
la cercana Oficina de Correos, que abre a las ocho y media. He pedido una caja
para enviar un paquete y la señora que me atendía ha llamado a toda la oficina
(cuatro personas) para que vinieran. Resulta que conmigo inauguran un nuevo
programa informático que les acaban de
instalar para que los envíos sean digitalizados, en vez de tenerlo que hacer
todo en papel.
Ha sido un show, como era de esperar. Todos opinaban sobre
lo que había que poner en cada apartado de la pantalla del ordenador. Han
tenido que mirar el manual para ver como se hacían un par de cosas. Todos han
opinado sobre el tamaño de caja más adecuado para lo que quería mandar y todos
se han regocijado cuando por fin ha salido una etiqueta que han puesto ufanos
en la caja donde he metido las cosas que espero lleguen algún día a Madrid,
porque con el follón , vaya usted a saber dónde acaban.
Lo bueno ha llegado cuando he pedido mi recibo. Nadie sabía
como imprimirlo. Nueva consulta al manual y finalmente por los interiores de la
oficina se ha oído una impresora que se ponía en marcha, lo que ha provocado la
alegría de todos. Me he guardado con cuidado el recibo, me he despedido de
todos y he salido de la oficina con dos kilos menos en la mochila, que he
notado mucho a lo largo del día. Parece mentira, pero dos kilos menos en la
espalda se notan muchísimo en las rodillas y la espalda, sobre todo cuando ya
llevas otros doce que no te puedes quitar.
Después de entrar en la historia de la Oficina de Correos de
Sarria por ser el que inauguró su nuevo programa de digitalización, me pongo ya
en Camino. Son ya las nueve, pero no me importa, porque me he divertido mucho.
Vuelvo hacia el hotel para salir por el Malecón. No hay ni
un solo peregrino en este paseo que normalmente rebosa de ellos y que pensé que
hoy encontraría más gente.
Escaleras de Sarria |
Sarria es punto de inicio para muchos peregrinos. Ello se
debe a que es la ciudad de un tamaño más
o menos adecuado y con buenas comunicaciones más cercana al mágico mojón de los
cien kilómetros a Santiago.
Cien kilómetros es la arbitraria marca mínima que el Cabildo
de la Catedral de Santiago exige para que un peregrino a pie pueda recibir su
Compostela. Y ese reconocimiento público del esfuerzo realizado mueve a muchos
peregrinos a empezar aquí su Camino.
Calle Mayor de Sarria |
De esta manera la primera dificultad que muchos encuentran
en su camino es la subida a Barbadelo, justo a la salida de Sarria y tras pasar
por la calle Mayor, rebosante de Albergues , y el hermoso Convento de la
Magdalena, situado en la parte más alta de este pueblo en cuesta que es Sarria.
Cruceiro en el Mirador de Sarria |
Sarria desde el Mirador |
A la salida de Sarria hay que atravesar asimismo el diminuto y bien
conservado puente romano con el que se despide esta ciudad.
Puente Romano |
Este puente, en el que normalmente hay que hacer cola para
hacerte una foto, está hoy para mi solo, así que lo miro desde todos los
ángulos y me hago todas las fotos que quiero.
Puente Romano |
La subida a Barbadelo es una cuesta que se hace más dura al
ser la primera. Se hace por un sendero estrecho de tierra que asciende por un
bosque de robustos y ancianos árboles, de gruesos troncos, acogedoras copas y
traicioneras raíces.
Inicio de la subida a Barbadelo |
Inicio de la Subida a Barbadelo |
Es un ascenso precioso que se disfruta especialmente con
las primeras luces del día, a esa hora en la que los peregrinos gustan de
ponerse en marcha para evitar las horas más calurosas del día. Hoy el día ya
lleva tiempo despierto, pero la subida solitaria se agradece mucho.
Subida a Barbadelo |
Me paro a
fotografiar árboles y me adelantan tres peregrinas en sucesión. Cada una va por
su lado. Una es coreana y a otra la llevo viendo desde O Cebreiro. Va siempre
sola y despacio, así que la adelanto todos los días.
Subida a Barbadelo |
Ya vencida la cuesta disfruto llaneando por el alto, con
magníficas vistas en un sendero cómodo que me acerca en un suspiro a un pequeño
pueblo que acoge una de las iglesias más bonitas y sin embargo más ignoradas
del Camino.
Camino a Barbadelo |
Y es que la Iglesia de Barbadelo se encuentra escondida
entre casas a apenas cincuenta metros del Camino. Suficiente distancia como
para que la mayoría de los muchísimos peregrinos que por aquí pasan eviten
hacer el pequeño desvío que lleva al templo siguiendo la erronea máxima de
“hacia atrás ni para tomar impulso”.
Barbadelo |
Y es una pena. Pero el peregrino veterano sabe que muchas de
las mejores cosas del camino se encuentran en sus orillas, en sus límites. Hay
que hacer un pequeño esfuerzo para llegar a ellas, pero siempre, siempre,
merece la pena.
Iglesia de Barbadelo |
Así que el me desvío de la ruta y por una callecita llego
hasta la pared de piedra que, enmarcada entre casas bajas que lo ocultan a las
miradas, cierra el viejo templo.
Me equivoco. Viejo
templo no, mejor anciano. Anciano templo lleno de historia que lleva
viendo pasar peregrinos mil años. Y es
que la iglesia de Barbadelo ya es citada en el Codex Calixtinus. Mucha historia
en este muro pétreo que se alza ante mi y que cruzo para entrar en el recinto
del pequeño cementerio que, como en muchas otras iglesias gallegas rodea el templo. Buena esta idea de reposar
para siempre lo más cerca posible de la casa de Dios. Algo se pegará de la
santidad del lugar, digo yo.
Todo el conjunto de la iglesia rezuma tranquilidad y paz.
Los muertos, desde la paz de sus altos
nichos coronados con estilizadas cruces saludan al peregrino que se
acerca a visitarles con un silente ¡Buen camino! , que el verdadero peregrino
siente en su corazón. El aire es calmo y perfumado a estas tempranas horas de
la mañana y avanzo por el estrecho sendero que, entre nichos y almas, me acerca a la puerta de la iglesia.
Como casi todos los
templos del Camino, este es más bello por fuera que por dentro. El pórtico dela
entrada se enfrenta a un bajo muro de piedra que cierra el recinto y en el que
destacan cuatro robustas y desnudas cruces de piedra ennegrecida por el tiempo
y la intemperie. Es un rincón precioso que se disfruta antes de pasar al
interior del templo, pequeño y recogido. Preside el mismo el Apóstol, que
saluda tras el altar con un atuendo peregrino que hace que el caminante se
identifique de inmediato con él.
El templo es románico, de piedra, oscuro, bajo y acogedor.
Un verdadero templo-albergue para el peregrino que se sienta en uno de sus
bancos de madera para admirar la desnudez de las paredes de piedra y absorber
la fuerza y la paz que han dejado aquí los cientos de miles de peregrinos que
antes que él han presentado aquí sus respetos al Apóstol
Una oración rápida y la promesa al apóstol de verle pronto
en su casa en Santiago y salgo del templo, tras sellar mi credencial y dejar un
pequeño óbolo para el mantenimiento el lugar sagrado.
Antes de volver al camino me
alejo un poco de la pared delantera del templo para contemplar este con
algo de perspectiva. No mucha, pues las casas y las callejas retorcidas
dificultan la contemplación, pero si la suficiente para disfrutar del rudo
trabajo de piedra, de la estilizada y solitaria torre que se alza al cielo
desde el lateral y del conjunto cerrado y sin ventanas del templo, rodeado
siempre de los fieles que se han quedado a vivir su muerte pegados a la pared
del lugar sagrado.
Ya reconfortado con esta breve pero intensa visita, vuelvo
al camino en dirección al aún lejano puente de Portomarín. Un par de peregrinos
novatos que casualmente ahora pasan me
miran con suficiencia pensando que me he equivocado y he tenido que volver
sobre mis pasos. Pero yo sonrío indiferente. Se mejor que ellos que una visita
a la iglesia de Barbadelo nunca es tiempo perdido, al menos para el espíritu.
Tras Barbadelo, el camino sigue subiendo suavemente hasta el
siguiente pueblín, que se llama Rente y que está a tiro de piedra. La etapa de
hoy se caracteriza porque se pasa por una sucesión de pequeñas aldeas todas
similares y todas casi pegadas unas a otras. Esto hace que el caminar sea
ameno, pues siempre tienes una referencia cercana. En toda la etapa se pasa por veintiún
pequeños nucleos de población en los veinticuatro kilómetros de etapa.
Camino a Rente |
El paisaje es muy parecido durante todo el recorrido.
Carreterillas aisladas o preciosos senderos entre bosques, con ocasionales
vistas a los valles y suaves montes circundantes. Tan igual es todo que al
final se hace monótono y pierdes noción de cual es este pueblo de cuatro casas
bajas de piedra con establos y un profundo olor a vaca por el que estás
pasando.
Pero hay algunas referencias que no se despistan. Pasado
Rente se llega a una fuente curiosa que tiene una imagen de Pelerín, la mascota
de no se cual año Jacobeo. Es feo como un diablo, pero no puedo desaprovechar
la ocasión de encontrármelo solo y me hago una foto con él.
Fuente de Pelerín |
Fuente de Pelerín |
Un poco más adelante llego a la puerta del Molino de Marzan,
que siempre están cerradas y que por tanto no hay quien visite.
Molino de Marzán |
Cruzo más adelante un regato por un puente de losas de
piedra que en verano no tienen utilidad ninguna pero que ahora evitan tener que
vadear la corriente.
Camino a Leiman |
Llego a un cruce de carretera en el pueblin de Leimán y tomo
un agradable camino de castaños para llegar a Brea, donde está la máxima altura
de la jornada, que no es mucha.
Leiman |
Aquí estaba antes el mojón del kilómetro 100, que ahora han
trasladado casi tres kilómetros más
adelante.
Camino a Brea |
Camino a Brea |
Pasado Brea, en Morgade, hay un bar en el que suelo parar, pero hoy está cerrado,
como casi todos los demás del camino. Justo antes de llegar veo un grupo de
ocho peregrinos que están sentados descansando a la puerta de un caserío
aislado. Son los que el otro día estaban cenando y cantando en O cebreiro y que
tan amena hicieron la cena.
Bar de Morgade |
Por un agradable camino en cuesta llego a Ferreiros, donde
finalmente encuentro el primer bar abierto de la jornada, así que me paro para
descansar.
Camino a Ferreiros |
Camino a Ferreiros |
Hay otros cinco peregrinos, todos alemanes a los que no entiendo ni
palabra. Posteriormente llegan otros dos, que hablan inglés y cuando ya estoy
marchándome, llega el grupo de ocho de antes. Aquí hay mas peregrinos de los
que he visto en todo lo que va de Camino.
Iglesia de Ferreiros |
Una fuerte bajada me lleva a la Iglesia de Ferreiros, que
curiosamente no está en Ferreiros, sino en Mirallos, un kilómetro más adelante.
Es una iglesia románica que , no se porqué razón, trasladaron desde su
emplazamiento original en Ferreiros hasta aquí. Es muy bonita y tiene una
preciosa pila bautismal en el exterior, en medio del habitual cementerio de
nichos. Es curioso, los dos extremos de la vida relacionados en este mismo recinto.
Iglesia de Ferreiros |
Desde Ferreiros seguimos por una carretera en fuerte ascenso
que pronto se abandona para seguir por un percioso camino boscoso que al cabo
de un rato comienza a bajar ya hasta llegar a Mercadoiro, donde está uno de mis
bares favoritos del Camino.
Camino a Mercadoiro |
Es un albergue que tiene un bar con una explanada
de hierba espléndida, y que conocí en mi primer camino con Concha, Paloma y
Luis. Siempre he repetido cada vez q1ue paso por aquí. Siempre menos hoy. Está
cerrado, así que toca seguir.
Mercadoiro |
Afortunadamente a unos seiscientos metros hay una tienda que
vende de todo y que en verano esta siempre hasta la bola de gente. En su exterior hay varios paneles llenos de conchas pintadas de las formas más variadas. Hay algunas bonitsas, pero la mayoría son horribles. Ahora no hay en la tienda más que un peregrino que se marcha justo cuando yo llego, me pido una coca y me
siento en el exterior a descansar.
Me quedan siete kilómetros que son los más pesados de la
etapa. Sigo pasando pequeños pueblines innominados que hacen perder el sentido
de la distancia. Pero en un momento dado
de la bajada se puede ver ya Portomarín, que parece estar como a cuatro kilómetros
de distancia, bastante más debajo de donde me encuentro.
El camino sigue bajando, ahora por terreno muy despejado,
hasta llegar a Vilacha, único pueblo con nombre de la zona, y situado a algo
más de dos kilómetros de Portomarín.
Portomarín desde el Camino |
Ya quiero llegar cuanto antes, así que acelero el paso y
llego a un cartel que marca dos caminos alternativos para llegar a Portomarín.
Ambos son similares en distancia, pero uno de ellos es mucho más duro. Es el
que cogí la última vez que pasé por aquí en Agosto, así que decido probar el
otro, que es un pelín más largo.
Entrada a Vilacha |
Y resulta que ya lo conozco. Es el Camino tradicional que
tiene la famosa “Cuesta Matauñas”. En esta cuesta perdí una uña el primer año
que hice el Camino. Es una cuesta por carretera de una inclinación terrible.
Este año no me importa, porque las uñas ya las perdí en el descenso a
Molinaseca.
Portomarín |
A pesar de ello bajo la cuesta con mucho cuidado y zigzagueando hasta llegar a
la carretera que en un pequeño tramo de subida me lleva al puente sobre el
pantano del Belesar que lleva hasta Portomarín.
Portomarín |
Llegada a Portomarín |
El pantano está inusualmente bajo, lo que deja ver
perfectamente el antiguo puente, que cruza muy por debajo del actual y los
restos de las casas de lo que en su día fue el antiguo pueblo de Portomarín,
abandonado y reconstruido en su ubicación actual cuando se construyó la presa
en los años 60. Una impresionante obra de ingeniería que permitió salvar los
principales monumentos del `pueblo, como la iglesia de San Nicolas, que fue
trasladada piedra a piedra a su ubicación actual.
Embalse de Belesar |
Cruzo el puento, no sin una cierta aprensión, pues la altura
es enorme y el pretil pequeño y bajo, y ya me encuentro al pie de las altas
escaleras que dan acceso a Portomarín.
Puente de Portomarín |
Para ir a la Pousada, que es mi
alojamiento de hoy podría coger una carretera que sale a la derecha de las
escaleras y que me lleva a ella directa y de manera más cómoda.
Entrada a Portomarín |
Pero prefiero subir las escaleras, disfrutar de la excelente
vista del pantano que desde aquí se tiene y luego subir despacio toda la
porticada Calle Mayor de Portomarín, que se encuentra completamente desierta a
estas horas, las tres , en que llego yo.
Escaleras de entrada a Portomarín |
Portomarín |
La Calle Mayor desemboca en la plaza donde se alza imponente
el templo fortaleza de San Nicolas y unos trescientos metros más allá está la
Pousada de Portomarín, mi alojamiento de hoy.
Calle Mayor de Portomarín |
Ya por fin he terminado la etapa y descanso en la habitación
hasta las cinco. Doy luego una vuelta por el pueblo, que en contraste con el
bullicio de verano, está casi desierto. Al igual que en Sarria casi todos los
albergues están cerrados, así como la mayoría de las tiendas.
Iglesia de San Nicolas |
Apenas hay
paisanos por las calles y todo tiene un aspecto de muerto y abandonado. Me
recuerda a los pueblos de playa en invierno, llenos de instalaciones inútiles
en esta época del año y que siempre dan sensación de decadencia y abandono. Si
esto es así aquí, en Portomarín que es un pueblo grande, no quiero pensar qué
será en los pueblos de la meseta, que prácticamente viven solo del Camino y de
los Peregrinos. Deben estar desiertos ahora.
Pousada de Portomarín |
A las siete y media voy a misa en la Iglesia de San
Nicolas. Somos ocho personas, de las que comulgamos tan solo tres. Claro, el
cura se ventila la misa en media hora, sin sermón ni nada.
Sin nada más que hacer vuelvo a la Pousada y ceno a las ocho
pasadas. Parrillada de Verduras y solomillo, muy ricos.
Y se acabó el día. Día de descubrir unos cien últimos
kilómetros casi solitarios y muy distintos de los que se recorren en verano. En esta época el camino en esta zona es más auténtico y más parecido al
resto del Camino; sin tantas masas y con más soledad. Y eso se agradece.
Las crónicas de este camino invernal son mas líricas y espirituales.
ResponderEliminarMe han gustado mucho
Mari Cruz
Me voy acordando de las etapas según veo las fotos
ResponderEliminarYo como tengo mono, estoy disfrutando de las. crinicas y es como si estuviera allí, el árbol subiendo a Barbadelo a la derecha del camino, la pequeña iglesia con su cementerio, el bar de Morgade y para acabar el vértigo al cruzar el puente de Portomarin, una pasada.
ResponderEliminarGracias Antonio y Buen Camino.
Hoy me uno a las crónicas y a las imágenes del camino, que son preciosas. Y estamos preparados para recibir el envío que has hecho! Muy buena la descripción de ese momento! Abrazos y buen camino!!
ResponderEliminarYo creo que es hora de que publiques un libro sobre el Camino. Pocos pueden dar tantos consejos y sugerir tantas cosas diferentes como vos. O presentarte a un concurso de trivial jacobeo y ganar una fortuna porque aguantarías muchas semanas aunque te retasen otros concursantes.
ResponderEliminarY lo de Correos muy bueno. Igual llega el paquete incluso.