Se acabaron los montes. Ya estoy en el valle, a 600 metros
de altura y con un tiempo excelente, casi primaveral.
Este tiempo loco que tenemos nos deja cosas compo estas. En
el sur y Levante se inundan y aquí en Galicia hace un tiempo casi primaveral,
que espero que dure hasta el final de la semana.
Esta ha sido una etapa completamente contraria a la de ayer.
Si ayer toda la dificultad la teníamos al final, hoy la tenemos al inicio. Y es
que dos altos singulares se alzan en el Camino
entre O Cebreiro y Triacasela. No son los más altos que se suben, ni son los
más difíciles, pero son dos hitos que el peregrino veterano espera con ansiedad
y el peregrino nuevo descubre con regocijo. Son los dos últimos altos
importantes del Camino de Santiago, con mas de 1.200 metros de altitud cada
uno. Pero esto tiene trampa. La primera
parte de la etapa de hoy consiste en recorrer las cimas de los montes de
Galicia por su parte más alta, sin perder ni ganar mucha altitud, y esos dos
altos son más que nada una referencia. Cuesta subirlos, pero son pura anécdota
comparados con el Cebreiro, Roncesvalles o La Cruz de Ferro.
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Niebla en O Cebreiro
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Cuando me despierto a las siete, tras dormir muy calentito a
pesar del frio terrible que hacía en O Cebreiro, aún es de noche y O Cebreiro está cubierto de una espesa niebla
que apenas deja ver nada.
La etapa de hoy es corta, así que remoloneo en la habitación
hasta que se hace completamente de día y bajo a desayunar al bar del Hotel, que
es el único que está abierto y wque está rebosante de peregrinos haciendo como
yo tiempo antes de comenzar la etapa. Están los que ayer cantaron en la cena y
algunos más que no conozco. Hay unos quince, que van saliendo poco a poco mientras
entran algunos nuevos.
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O Cebreiro
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Tomo con calma mi café y
me pongo en marcha a las nueve menos cuarto. Sigue estando bastante
oscuro y la niebla es densa. Las calles de O cebreiro están vacias mientras me
acerco a la salida, situada al lado del albergue.
El peregrino llega a O Cebreiro subiendo y sale también de O
Cebreiro subiendo. Está atravesando los montes que guardan celosamente la
entrada a Galicia con una sucesión de subidas y bajadas que ponen a prueba las
ya cansadas piernas del caminante.
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Salida de O cebreiro
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La primera subida desde O Cebreiro dura un kilómetro y es
ideal para poner a tono las piernas, aún entumecidas por la noche de descanso.
Cuando no hay niebla, las vistas son espectaculares desde el
Teso da Cruz, que domina O Cebreiro. Un mar de montes suaves y redondeados se
extiende hasta donde alcanza la vista. Parece un mar verde y ocre de suaves olas que
se van haciendo más bajas a medida que se internan en territorio gallego hacia
el mar. Curiosas olas ocres y verdes que buscan el mar en vez de salir de él. Y en ese
mar se interna el peregrino tras salir de O Cebreiro. Pero hoy
este peregrino ni ve olas, ni montes, ni nada. Solo un puré blanco que lo
envuelve todo.
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Salida de O Cebreiro
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Tras un suave descenso por un camino forestal que aún guarda
manchas de las nieves caídas los últimos días, llego a la parroquia de Santo
Estevo de Liñares.
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Camino a Liñares |
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Camino a Liñares |
Allí se me junta un compañero de Camino. Es un precioso
pastor alemán que ya me recibió ayer cuando llegué a O Cebreiro y me acompañó
hasta sentarse a la misma puerta del hotel donde he dormido. Hoy está aquí y
cuando me ve se me pega como una lapa y me acompaña durante varios kilómetros.
Se ve que me ha tomado afición (o que va oliendo la cecina que llevo en la
mochila) porque a pesar de que me adelanta algún peregrino, el perro sigue
conmigo hasta mediada la subida al Alto de San Roque, donde desaparece como por
ensalmo. Debe ser normal, porque a la
salida de Liñares un coche se para al lado y el conductor me dice:
-
¿Ya se te pegó el perro!... Ahora aviso para que
vengan a buscarle…
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El perro de Liñares
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Pero no ha debido avisar ni nada. El perro se ha ido cuando
le ha dado la gana. Esto de los perros acompañantes no es nuevo. Era famoso un
perro que acompañada a los peregrinos desde Castrojeriz hasta Frómista. Todo el
mundo en la zona le conocía y siempre había alguien que le devolvía a
Castrojeriz llegadaq la noche. Con este debió pasar igual, porque anoche,
cuando salí de cenar, estaba sentado a la puerta del Hotel, y una camarera que
saló dijo:
-
¿Pero que haces tu aquí?...¡A ver quien te baja
ahora!...
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Camino al Alto de San Roque
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Acompañado por mi amigo abandono Liñares desde donde el
Camino busca de nuevo las alturas. Me ajusto las correas de la mochila y
comienza el ritual de subida.
Un paso, el siguiente, mirar al suelo para no notar la
pendiente, buscar con la vista una referencia cercana a la que llegar,
sobrepasarla y buscar otra, y otra…
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Camino al Alto de San Roque
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La subida al Alto de San Roque que estoy atacando no es muy
dura y es extraordinariamente bella. Sendero estrecho entre aboles que
aromatizan suavemente la travesía. Un
paso, otro, una referencia, otra y llego a la cima del Alto de San Roque, donde
me recibe una prodigiosa escultura; una de las más bellas del Camino.
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Camino al Alto de San Roque
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Representa a un peregrino medieval que lucha denodadamente
contra un fuerte viento que casi puede sentirse.
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Alto de San Roque
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El peregrino de piedra, de tamaño mayor que el natural,
lleva capa y sandalias y sujeta con una mano el gorro de ala ancha que amenaza
con volar de su cabeza mientras la otra apoya fuertemente el bordón en el terreno, tratando de dar un paso
más, y otro, y otro.
Su expresión es de cansancio y determinación. Mira al
frente, directamente al viento que le reta como queriendo decirle ¡te venceré!,
¡No podrás detenerme!.
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Alto de San Roque
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Y el peregrino de carne no puede evitar sentirse
identificado con él. Aunque el día sea calmo a pesar de la niebla, siente el rugido
del viento, que parece cortar su cara; siente el frío en sus desnudos pies
apenas cubiertas con sandalias. Es una sensación muy particular, de comunión con todos los
peregrinos que anteriormente han pasado por este alto y han sentido el frío o
el calor, el viento o la nieve. El peregrino se siente uno con todos ellos y su
determinación de llegar a Santiago ¡ya tan cercano! se multiplica.
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Alto de San Roque
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Y con estas divagaciones, producto seguramente de la falta
de sueño, ya que no del alcohol, continuo, adentrándose más en este mar de
olas verdes que surco hoy y que ya empiezan a verse, pues la niebla está
levantando y el día se aclara.
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Camino a Hospital de la Condesa
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El Camino continua siempre cerca de la carretera, pero sin
llegar a sufrirla, por un sendero de tierra y piedras, estrecho y colgado de la
ladera de la montaña. Va acercándose a la tercera dificultad de la jornada, el
Alto do Poio, cuya cima se ve perfectamente desde muy lejos pues en ella hay
dos casas blancas que son dos bares que atraen como imanes. Todavía estoy muy
por debajo de ellos y se ve que va a costar llegar.
El Camino llanea, baja, pasa por el pueblo de Hospital de La
Condesa, que tiene una preciosa iglesia antigua de piedra que por supuesto está
cerrada y llega, ya otra vez en subida, a la Iglesia de Padornelo.
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Hospital de la Condesa |
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Camino a Padornelo |
Es una magnifica
y pequeña iglesia prerrománica que llama
mucho la atención. Las iglesias en esta zona tienen la peculiaridad de que su
única torre se yergue en la cabecera del templo, formando un porche antes de la
entrada al recinto sagrado, que sirve para refugiarse en caso de mal tiempo o
quedarse conversando los parroquianos tras la misa. Son iglesias robustas y
bajas, de piedras apenas labradas y muros recios y casi sin ventanas. Iglesias
simples y auténticas, como el Camino, que el peregrino siempre disfruta.
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Iglesia de Padornelo
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Yo me meto en el porche de la iglesia y me quito la ropa de
abrigo, que ya ha despejado y empieza a hacer calor, y como lo que me queda de
cecina y lomo. Hay que prepararse para lo que viene.
Y es que tras la iglesia bien la parte más dura de este Alto
do Poio.
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Altop do Poio |
Es una cuesta durísima, de las peores que tiene el Camino, pero
afortunadamente es muy corta. Son cuatrocientos metros que hago reptando como puedo y parándome a menudo con
la excusa oficial de contemplar el
paisaje y hacer fotos y la real de recuperar el aliento. En una de las paradas
me adelantan tres personajes atléticos que van subiendo como si nada, a ritmo.
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Padornelo desde la subida al Alto do Poio
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Yo sigo a mi cansino ritmo y al final de la cuesta, obtengo la
recompensa. En el Alto do Poio no hay ninguna escultura, pero hay dos magníficos bares que como islas en el mar verde, esperan al
peregrino en la cima.
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Final de la subida al Alto do Poio
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Los bares son siempre zonas de reagrupamiento de peregrinos.
En días fríos el peregrino busca el calor de su interior, y en días cálidos
busca la hidratación y el descanso en sus terrazas. Son siempre lugares de
descanso y conversación, de mirar el mapa y preguntar direcciones y distancias.
Son los reinos del ¿Cuánto queda? y del
¿has visto antes….?. Lugares de confraternizar, de conocer nuevas gentes y de
alegres deseos de un Buen Camino entre los que llegan y los que, en un flujo
continuo, reanudan su marcha hacia la meta el día.
En el bar están los tres que me han adelantado. Están
planeando el resto de la etapa y hablando de llegar a Samos o a Sarria.
Demasiado me parece a mí, pero bueno
Descanso un rato recopilando memorias del tramo ya
transitado y preparándome para el siguiente que me llevará, ya en franca
bajada, al final del mar de olas verdes en Triacastela, el pueblo de los tres
castillos, que solo los tiene en su nombre, pues en la realidad, desaparecieron
los tres hace mucho tiempo.
El siguiente tramo de tres kilómetros me lleva llaneando por
las alturas hasta Liñares, un pueblo gallego de aspecto, sucio y de casas bajas
de piedra, en el que me cruzo con un rebaño de vacas que discurre por las
calles a su aire.
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Liñares
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En este pueblo suele ponerse en verano una señora con una
bandeja de crepes, que ofrece a los peregrinos a cambio de un donativo.
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Camino a Biduedo
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Casmino a Biduedo |
Hoy
solo están las vacas que no ofrecen nada., así que cruzo el pueblo sin demora y
continúo siempre llaneando por lo alto
de la cordillera y acercándome a la vertiente contraria, donde empezaré a bajar
hacia Triacastela. Llevo ya doce kilómetros de etapa y me quedan nueve aún.
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Camino a Biduedo
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Nieve Camino a Biduedo |
De repente el paisaje se abre y comienzo a ver el otro lado
de la cordillera. Verdes valles se extienden a mis pies cuando el Camino empieza a descender de
manera suave hacia el pueblo de Biduedo. En este pequeño poblado hay una
preciosa ermita pequeñita que es la de San Pedro. Está situada justa a la
entrada desde el Camino y , aunque esta siempre cerrada, tiene una reja en la
puerta, tras el consabido porche, que te deja ver el interior.
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Ermita de San Pedro en Biduedo
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Más vacas se me cruzan mientras atravieso Biduedo y comienzo
a bajar hacia los valles.
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Camino a Filloval |
La bajada es al principio muy suave, durante casi dos
kilómetros voy bajando muy lentamente con preciosas vistas a mi derecha. En un
momento dado se puede distinguir muy abajo la silueta de Triacastela, el
destino de hoy, que ya parece al alcance.
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Camino a Filloval
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Triacastela desde el Camino |
Pero queda una bajada muy dura. Con como tengo las uñas de
los pies (que ya no hay duda de que se van a caer las dos) tengo más miedo de
las bajadas que de las subidas.
Así que cuando empieza la bajada en serio y la cuesta se
empina, me lo tomo con calma y despacito. Afortunadamente la senda es buena y
no tiene muchos problemas, por lo que rápidamente llego al pequeño poblado de
Filloval, donde esperaba sin éxito encontrar abierto un magnífico bar que hay
aquí. Pero en esta época casi todo está cerrado. Los pocos peregrinos que
pasamos no compensamos y es comprensible. Son negocios de temporada.
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Camino a Triacastela
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Asi que sigo bajando, viendo Triacastela de vez en cuando,
cada vez ,más cerca, pèro aún bastante abajo.
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Camino a Triacastela
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Paso otro pequeño poblado llamado Pasantes, donde solo hay
dos perros juguetones que me acompañan un trecho, y tras otro kilómetro más de
bajada llego a Ramil, que es famoso porque tiene un castaño de ochocientos años
de antigüedad y un diámetro de ocho metros ¡y medio.
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Ramil |
La verdad es que el árbol
es espectacular. Tiene el tronco ondulado y retorcido y aunque quizá no tenga
ochocientos años, setecientos cincuenta no se los quita nadie.
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Arbol de Ramil
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Ramil está ya prácticamente pegado a Triacastela, a donde
llego a las dos en punto, con algo más de cinco horas de etapa. No está mal
para veintiun kilómetros largos….
Paso delante del Albergue, situado a las afueras del pueblo,
al lado del rio, y llego a mi destino, el Albergue Complexo Xacobeo; donde ya
estuve con Paloma, y donde me dan una enorme habitación de tres camas para mi
solo. Perfecto.
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Albergue Xacobeo en Triacastela
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Deshago la mochila y bajo a que me laven toda la ropa en las
lavadoras que aquí tienen. Seis cincuenta lavado y secado, no esta mal para no
tenerme que ocupar de lavar yo…
Descanso un rato, contesto mails (que hoy es dia laborable
para los vulgares mortales que no disfrutan de vacaciones como yo) y recojo la
ropa lavada y secada a las cuatro y media.
Después salgo a dar una vuelta por el pueblo. Está
completamente desierto. En verano los bares están llenos de peregrinos
bulliciosos, pero ahora los pocos que hay deben haberse refugiado en los
albergues, o mejor, en el albergue, porque solo está abierto el municipal, que
está a la entrada del pueblo a unos quinientos metros del centro.
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Triacastela
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Así que me siento en un bar y escribo. Cuando a las seis y
media se hace de noche me acerco a ver la iglesia, que es muy boinita con su
cementerio adosado, como todas las gallegas y le hago un par de fotos de noche.
Intimida un poco el cementerio, pero la zona está iluminada y no es para mucho.
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Iglesia de Triacastela |
Descanso un rato más en la habitación y ceno en el único bar abierto del pueblo. Arroz con setas bastante regular y trucha muy buena.
Al subir a la habitación me pongo a escribir, pero me doy
cuenta de que me ha desaparecido el mini-ratón de viaje que traigo. Haciendo
memoria recuerdo que lo guardé en la bolsa de la cámara de fotos cuando estuve
en el bar antes de cenar. Así que se me ha tenido que caer al sacar la cámara
para hacer alguna foto. ¿Y donde he hecho fotos?. Correcto. En el cementerio.
Me toca volver al cementerio a buscar el ratón.
Afortunadamente el recinto está apenas a cien metros del albergue y sigue bien iluminado,
así que no me cuesta nada encontrar el ratón tirado en la hierba del cementerio justo
a la entrada, donde saqué la cámara para fotografiar la iglesia. Menos mal que no he tenido que buscar entre las tumbas. Eso me hubiese dado mas yuyu.
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El cementerio de noche
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Vuelvo al albergue rápidamente y ya me encierro a terminar
la crónica del día y a ver un rato la tele antes de dormirme.
Mañana la etapa es muy corta, solo diecinueve kilómetros
hasta Sarria, así que me lo puedo tomar con calma.
Estas teniendo suerte con el tiempo y se ven en las fotografías unos paisajes preciosos con un cielo claro. Según parece para Semana Santa tendrás uñas que harán el Camino por primera vez.
ResponderEliminarBuen Camino
Siento como si tus crónicas se vuelven más poéticas, con una descripción del paisaje y las personas más metafóricas. Me da que con cada Camino te vas integrando más en el paisaje y lo sientes como algo tuyo. Lo próximo es que te cambiará el acento. Y que siga el buen tiempo. La historia del perro muy buena.
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