lunes, 5 de diciembre de 2016

Dia 4 - O Cebreiro - Triacastela. Bajando de las cumbres con un perro y visitando inesperádamente de noche un cementerio.

Se acabaron los montes. Ya estoy en el valle, a 600 metros de altura y con un tiempo excelente, casi primaveral.
Este tiempo loco que tenemos nos deja cosas compo estas. En el sur y Levante se inundan y aquí en Galicia hace un tiempo casi primaveral, que espero que dure hasta el final de la semana.
Esta ha sido una etapa completamente contraria a la de ayer. Si ayer toda la dificultad la teníamos al final, hoy la tenemos al inicio. Y es que dos altos singulares se alzan en  el Camino entre O Cebreiro y Triacasela. No son los más altos que se suben, ni son los más difíciles, pero son dos hitos que el peregrino veterano espera con ansiedad y el peregrino nuevo descubre con regocijo. Son los dos últimos altos importantes del Camino de Santiago, con mas de 1.200 metros de altitud cada uno.  Pero esto tiene trampa. La primera parte de la etapa de hoy consiste en recorrer las cimas de los montes de Galicia por su parte más alta, sin perder ni ganar mucha altitud, y esos dos altos son más que nada una referencia. Cuesta subirlos, pero son pura anécdota comparados con el Cebreiro, Roncesvalles o La Cruz de Ferro.
Niebla en O Cebreiro

Cuando me despierto a las siete, tras dormir muy calentito a pesar del frio terrible que hacía en O Cebreiro, aún es de noche y  O Cebreiro está cubierto de una espesa niebla que apenas deja ver nada.
La etapa de hoy es corta, así que remoloneo en la habitación hasta que se hace completamente de día y bajo a desayunar al bar del Hotel, que es el único que está abierto y wque está rebosante de peregrinos haciendo como yo tiempo antes de comenzar la etapa. Están los que ayer cantaron en la cena y algunos más que no conozco. Hay unos quince, que van saliendo poco a poco mientras entran algunos nuevos.
O Cebreiro

Tomo con calma mi café y  me pongo en marcha a las nueve menos cuarto. Sigue estando bastante oscuro y la niebla es densa. Las calles de O cebreiro están vacias mientras me acerco a la salida, situada al lado del albergue.
El peregrino llega a O Cebreiro subiendo y sale también de O Cebreiro subiendo. Está atravesando los montes que guardan celosamente la entrada a Galicia con una sucesión de subidas y bajadas que ponen a prueba las ya cansadas piernas del caminante.
Salida de O cebreiro

La primera subida desde O Cebreiro dura un kilómetro y es ideal para poner a tono las piernas, aún entumecidas por la noche de descanso.
Cuando no hay niebla, las vistas son espectaculares desde el Teso da Cruz, que domina O Cebreiro. Un mar de montes suaves y redondeados se extiende hasta donde alcanza la vista. Parece un mar verde y ocre de suaves olas que se van haciendo más bajas a medida que se internan en territorio gallego hacia el mar. Curiosas olas ocres y verdes que buscan el mar en vez de salir de él. Y en ese mar se interna el peregrino tras salir de O Cebreiro. Pero hoy este peregrino ni ve olas, ni montes, ni nada. Solo un puré blanco que lo envuelve todo.
Salida de O Cebreiro

Tras un suave descenso por un camino forestal que aún guarda manchas de las nieves caídas los últimos días, llego a la parroquia de Santo Estevo de Liñares.
Camino a Liñares

Camino a Liñares
Allí se me junta un compañero de Camino. Es un precioso pastor alemán que ya me recibió ayer cuando llegué a O Cebreiro y me acompañó hasta sentarse a la misma puerta del hotel donde he dormido. Hoy está aquí y cuando me ve se me pega como una lapa y me acompaña durante varios kilómetros. Se ve que me ha tomado afición (o que va oliendo la cecina que llevo en la mochila) porque a pesar de que me adelanta algún peregrino, el perro sigue conmigo hasta mediada la subida al Alto de San Roque, donde desaparece como por ensalmo.  Debe ser normal, porque a la salida de Liñares un coche se para al lado y el conductor me dice:
-         ¿Ya se te pegó el perro!... Ahora aviso para que vengan a buscarle…
El perro de Liñares

Pero no ha debido avisar ni nada. El perro se ha ido cuando le ha dado la gana. Esto de los perros acompañantes no es nuevo. Era famoso un perro que acompañada a los peregrinos desde Castrojeriz hasta Frómista. Todo el mundo en la zona le conocía y siempre había alguien que le devolvía a Castrojeriz llegadaq la noche. Con este debió pasar igual, porque anoche, cuando salí de cenar, estaba sentado a la puerta del Hotel, y una camarera que saló dijo:
-         ¿Pero que haces tu aquí?...¡A ver quien te baja ahora!...
Camino al Alto de San Roque

Acompañado por mi amigo abandono Liñares desde donde el Camino busca de nuevo las alturas. Me ajusto las correas de la mochila y comienza el ritual de subida.
Un paso, el siguiente, mirar al suelo para no notar la pendiente, buscar con la vista una referencia cercana a la que llegar, sobrepasarla y buscar otra, y otra…
Camino al Alto de San Roque

La subida al Alto de San Roque que estoy atacando no es muy dura y es extraordinariamente bella. Sendero estrecho entre aboles que aromatizan suavemente la travesía.  Un paso, otro, una referencia, otra y llego a la cima del Alto de San Roque, donde me recibe una prodigiosa escultura; una de las más bellas del Camino.
Camino al Alto de San Roque

Representa a un peregrino medieval que lucha denodadamente contra un fuerte viento que casi puede sentirse.
Alto de San Roque

El peregrino de piedra, de tamaño mayor que el natural, lleva capa y sandalias y sujeta con una mano el gorro de ala ancha que amenaza con volar de su cabeza mientras la otra apoya fuertemente el  bordón en el terreno, tratando de dar un paso más, y otro, y otro.
Su expresión es de cansancio y determinación. Mira al frente, directamente al viento que le reta como queriendo decirle ¡te venceré!, ¡No podrás detenerme!.
Alto de San Roque

Y el peregrino de carne no puede evitar sentirse identificado con él. Aunque el día sea calmo a pesar de la niebla, siente el rugido del viento, que parece cortar su cara; siente el frío en sus desnudos pies apenas cubiertas con sandalias. Es una sensación  muy particular, de comunión con todos los peregrinos que anteriormente han pasado por este alto y han sentido el frío o el calor, el viento o la nieve. El peregrino se siente uno con todos ellos y su determinación de llegar a Santiago ¡ya tan cercano! se multiplica.
Alto de San Roque

Y con estas divagaciones, producto seguramente de la falta de sueño, ya que no del alcohol, continuo, adentrándose más en este mar de olas verdes que surco hoy y que ya empiezan a verse, pues la niebla está levantando y el día se aclara.
Camino a Hospital de la Condesa

El Camino continua siempre cerca de la carretera, pero sin llegar a sufrirla, por un sendero de tierra y piedras, estrecho y colgado de la ladera de la montaña. Va acercándose a la tercera dificultad de la jornada, el Alto do Poio, cuya cima se ve perfectamente desde muy lejos pues en ella hay dos casas blancas que son dos bares que atraen como imanes. Todavía estoy muy por debajo de ellos y se ve que va a costar llegar.
El Camino llanea, baja, pasa por el pueblo de Hospital de La Condesa, que tiene una preciosa iglesia antigua de piedra que por supuesto está cerrada y llega, ya otra vez en subida, a la Iglesia de Padornelo.
Hospital de la Condesa

Camino a Padornelo
Es una magnifica y  pequeña iglesia prerrománica que llama mucho la atención. Las iglesias en esta zona tienen la peculiaridad de que su única torre se yergue en la cabecera del templo, formando un porche antes de la entrada al recinto sagrado, que sirve para refugiarse en caso de mal tiempo o quedarse conversando los parroquianos tras la misa. Son iglesias robustas y bajas, de piedras apenas labradas y muros recios y casi sin ventanas. Iglesias simples y auténticas, como el Camino, que el peregrino siempre disfruta.
Iglesia de Padornelo

Yo me meto en el porche de la iglesia y me quito la ropa de abrigo, que ya ha despejado y empieza a hacer calor, y como lo que me queda de cecina y lomo. Hay que prepararse para lo que viene.
Y es que tras la iglesia bien la parte más dura de este Alto do Poio.
Altop do Poio
Es una cuesta durísima, de las peores que tiene el Camino, pero afortunadamente es muy corta. Son cuatrocientos metros que hago  reptando como puedo y parándome a menudo con la excusa oficial de  contemplar el paisaje y hacer fotos y la real de recuperar el aliento. En una de las paradas me adelantan tres personajes atléticos que van subiendo como si nada, a ritmo.
Padornelo desde la subida al Alto do Poio

Yo sigo a mi cansino ritmo y al final de la cuesta, obtengo la recompensa. En el Alto do Poio no hay ninguna escultura, pero hay  dos magníficos bares que como islas en el mar verde, esperan al peregrino en la cima.
Final de la subida al Alto do Poio

Los bares son siempre zonas de reagrupamiento de peregrinos. En días fríos el peregrino busca el calor de su interior, y en días cálidos busca la hidratación y el descanso en sus terrazas. Son siempre lugares de descanso y conversación, de mirar el mapa y preguntar direcciones y distancias. Son los reinos del ¿Cuánto queda?  y del ¿has visto antes….?. Lugares de confraternizar, de conocer nuevas gentes y de alegres deseos de un Buen Camino entre los que llegan y los que, en un flujo continuo, reanudan su marcha hacia la meta el día.
En el bar están los tres que me han adelantado. Están planeando el resto de la etapa y hablando de llegar a Samos o a Sarria. Demasiado me parece a mí, pero bueno
Descanso un rato recopilando memorias del tramo ya transitado y preparándome para el siguiente que me llevará, ya en franca bajada, al final del mar de olas verdes en Triacastela, el pueblo de los tres castillos, que solo los tiene en su nombre, pues en la realidad, desaparecieron los tres hace mucho tiempo.
El siguiente tramo de tres kilómetros me lleva llaneando por las alturas hasta Liñares, un pueblo gallego de aspecto, sucio y de casas bajas de piedra, en el que me cruzo con un rebaño de vacas que discurre por las calles a su aire.
Liñares

En este pueblo suele ponerse en verano una señora con una bandeja de crepes, que ofrece a los peregrinos a cambio de un donativo.
Camino a Biduedo

Casmino a Biduedo
Hoy solo están las vacas que no ofrecen nada., así que cruzo el pueblo sin demora y continúo siempre  llaneando por lo alto de la cordillera y acercándome a la vertiente contraria, donde empezaré a bajar hacia Triacastela. Llevo ya doce kilómetros de etapa y me quedan nueve aún.
Camino a Biduedo

Nieve Camino a Biduedo
De repente el paisaje se abre y comienzo a ver el otro lado de la cordillera. Verdes valles se extienden a mis pies  cuando el Camino empieza a descender de manera suave hacia el pueblo de Biduedo. En este pequeño poblado hay una preciosa ermita pequeñita que es la de San Pedro. Está situada justa a la entrada desde el Camino y , aunque esta siempre cerrada, tiene una reja en la puerta, tras el consabido porche, que te deja ver el interior.
Ermita de San Pedro en Biduedo

Más vacas se me cruzan mientras atravieso Biduedo y comienzo a bajar hacia los valles.
Camino a Filloval
La bajada es al principio muy suave, durante casi dos kilómetros voy bajando muy lentamente con preciosas vistas a mi derecha. En un momento dado se puede distinguir muy abajo la silueta de Triacastela, el destino de hoy, que ya parece al alcance.
Camino a Filloval


Triacastela desde el Camino
Pero queda una bajada muy dura. Con como tengo las uñas de los pies (que ya no hay duda de que se van a caer las dos) tengo más miedo de las bajadas que de las subidas.
Así que cuando empieza la bajada en serio y la cuesta se empina, me lo tomo con calma y despacito. Afortunadamente la senda es buena y no tiene muchos problemas, por lo que rápidamente llego al pequeño poblado de Filloval, donde esperaba sin éxito encontrar abierto un magnífico bar que hay aquí. Pero en esta época casi todo está cerrado. Los pocos peregrinos que pasamos no compensamos y es comprensible. Son negocios de temporada.
Camino a Triacastela

Asi que sigo bajando, viendo Triacastela de vez en cuando, cada vez ,más cerca, pèro aún bastante abajo.
Camino a Triacastela

Paso otro pequeño poblado llamado Pasantes, donde solo hay dos perros juguetones que me acompañan un trecho, y tras otro kilómetro más de bajada llego a Ramil, que es famoso porque tiene un castaño de ochocientos años de antigüedad y un diámetro de ocho metros ¡y medio.
Ramil
La verdad es que el árbol es espectacular. Tiene el tronco ondulado y retorcido y aunque quizá no tenga ochocientos años, setecientos cincuenta no se los quita nadie.
Arbol de Ramil

Ramil está ya prácticamente pegado a Triacastela, a donde llego a las dos en punto, con algo más de cinco horas de etapa. No está mal para veintiun kilómetros largos….
Paso delante del Albergue, situado a las afueras del pueblo, al lado del rio, y llego a mi destino, el Albergue Complexo Xacobeo; donde ya estuve con Paloma, y donde me dan una enorme habitación de tres camas para mi solo. Perfecto.
Albergue Xacobeo en Triacastela

Deshago la mochila y bajo a que me laven toda la ropa en las lavadoras que aquí tienen. Seis cincuenta lavado y secado, no esta mal para no tenerme que ocupar de lavar yo…
Descanso un rato, contesto mails (que hoy es dia laborable para los vulgares mortales que no disfrutan de vacaciones como yo) y recojo la ropa lavada y secada a las cuatro y media.


Añadir leyenda
Después salgo a dar una vuelta por el pueblo. Está completamente desierto. En verano los bares están llenos de peregrinos bulliciosos, pero ahora los pocos que hay deben haberse refugiado en los albergues, o mejor, en el albergue, porque solo está abierto el municipal, que está a la entrada del pueblo a unos quinientos metros del centro.
Triacastela
Así que me siento en un bar y escribo. Cuando a las seis y media se hace de noche me acerco a ver la iglesia, que es muy boinita con su cementerio adosado, como todas las gallegas y le hago un par de fotos de noche. Intimida un poco el cementerio, pero la zona está iluminada y no es para mucho.
Iglesia de Triacastela
Descanso un rato más en la habitación y ceno en el único bar abierto del pueblo. Arroz con setas bastante regular y trucha muy buena.
Al subir a la habitación me pongo a escribir, pero me doy cuenta de que me ha desaparecido el mini-ratón de viaje que traigo. Haciendo memoria recuerdo que lo guardé en la bolsa de la cámara de fotos cuando estuve en el bar antes de cenar. Así que se me ha tenido que caer al sacar la cámara para hacer alguna foto. ¿Y donde he hecho fotos?. Correcto. En el cementerio.
Me toca volver al cementerio a buscar el ratón. Afortunadamente el recinto está apenas a cien metros del albergue y sigue bien iluminado, así que no me cuesta nada encontrar el ratón tirado en la hierba del cementerio justo a la entrada, donde saqué la cámara para fotografiar la iglesia. Menos mal que no he tenido que buscar entre las tumbas. Eso me hubiese dado mas yuyu.
El cementerio de noche
Vuelvo al albergue rápidamente y ya me encierro a terminar la crónica del día y a ver un rato la tele antes de dormirme.
Mañana la etapa es muy corta, solo diecinueve kilómetros hasta Sarria, así que me lo puedo tomar con calma.












































2 comentarios:

  1. Estas teniendo suerte con el tiempo y se ven en las fotografías unos paisajes preciosos con un cielo claro. Según parece para Semana Santa tendrás uñas que harán el Camino por primera vez.
    Buen Camino

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  2. Siento como si tus crónicas se vuelven más poéticas, con una descripción del paisaje y las personas más metafóricas. Me da que con cada Camino te vas integrando más en el paisaje y lo sientes como algo tuyo. Lo próximo es que te cambiará el acento. Y que siga el buen tiempo. La historia del perro muy buena.

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