martes, 6 de diciembre de 2016

Dia 5 - Triacastela - Sarria. Un dia soleado y corto


Para llegar a Sarria desde Triacastela se pasa por el Monasterio de Samos. O no.  Es difícil decidirse entre las dos rutas que salen de Triacastela, pues las dos tienen innegables atractivos que las hacen apetecibles.
La realidad es que la ruta oficial del Camino no pasa por Samos, sino que va directa desde la ciudad de los Tres Castillos hasta Sarria por los montes de San Xil y Calvor. Es una ruta  de diecinueve kilómetros, siete más corta que la de Samos y en mi opinión es igual o más bonita. Y es la que he hecho hoy, fundamentalmente porque la última vez que pase por aquí, con Paloma, fuimos por Samos, y quiero recordar cómo es la ruta de San Xil, que además aún no tengo grabada en video.
La de San Xil es una ruta de paisajes más que de monumentos. Sube desde Sarria unos trescientos metros hasta el alto de Riocabo y a partir de allí baja cuatrocientos metros hasta Sarria pasando por bosques maravillosos, pueblos perdidos y paisajes mágicos de los que Galicia es tan abundante.
Ahora, ya en Sarria, no hay casi nadie por las calles. Cuatro turistas despistados quejándose de que todo está cerrado y algún peregrino recorriendo la vacía calle Mayor, llena de Albergues que ahora están todos cerrados. ¡Que distinta esta tranquilidad del bullicio que siempre tiene esta calle en temporada alta de peregrinaciones!. Normalmente aquí no cabe un alma, pues Sarria es el punto desde el que más gente inicia su peregrinación. Ahora somos cuatro gatos. Pero gatos auténticos, con espolones y colmillo retorcido en el Camino. Peregrinos de invierno, aunque este invierno parezca primavera.
Amanecer en Triacastela

Me despierto a las siete tras una buena noche de sueño en mi enorme habitación y sin que los espíritus del cementerio hayan venido a visitarme por invadir su intimidad ayer por la noche.
Me asomo al balcón (que también balcón tiene mi suite) y veo que el día es frio, pero completamente despejado.
Triacastela

Remoloneo preparando las cosas y a las nueve menos cuarto estoy saliendo ya por la desierta calle principal de Triacastela. Hay un bar abierto, el  mismo en que cené anoche, en el que varios peregrinos desayunan. A mi no me apetece, así que continúo hasta el final del pueblo , donde dos mojones del camino señalan cada uno en una dirección distinta. Es aquí donde hay que decidir . Por San Xil o por Samos.
¿Por San Xil o por Samos?

Mi decisión está tomada, así que tuerzo a la derecha y cojo una carreterilla que se aleja en perpendicular del pueblo comenzando a ganar altura y dirigiéndose hacia un monte cercano.
Salida hacia San Xil

Pronto estoy ya perdido entre árboles cubiertos de verdín y caminando por un suelo alfombrado de hojas muertas.  Estos caminos cubiertos de hojas son muy bonitos, pero son muy peligrosos. Las hojas tapan todas las imperfecciones del terreno o las piedras que pueda haber, y especialmente en bajadas, hay que ir con mucho cuidado buscando poner el pie en seguro y evitando hoyos, piedras o maderas sueltas que pueden producir un desaguisado en los tobillos no prevenidos. Hay que procurar pisar en los lugares donde las hojas dejan ver el suelo.
Camino a A Balsa

El paseo por el bosque es muy agradable, a pesar de que la carretera se va empinando poco a poco para irle ganando altura al monte.
Camino a A Balsa
 En dos kilómetros llego al primer pueblo de la jornada, que se llama A Balsa y que no es más que un grupo de casas destartaladas con un  bonito puente que cruza un riachuelo.
Camino a A Balsa

Ermita en A Balsa
Por supuesto no hay nadie, y solo un perro despistado sale a mirarme mientras cruzo el puente y comienzo a subir ahora de manera bastante más fuerte por un camino de tierra que gana altura rápidamente. El valle que ya queda abajo es estrecho y las vistas son preciosas. Es un bosque cerrado de árboles viejos, retorcidos y cubiertos de musgo.
Puente en A Balsa

A Balsa
Un kilómetro más de dura subida y llego a una carreterilla que inmediatamente me deja en una curiosa fuentecilla llamada Fonte dos Lameiros.
Camino a San Xil
 Tiene en su frontal esculpida  una enorme  vieira de color verde y unos bancos de piedra para sentarse. Me paro un poco y aprovecho para quitarme la ropa de abrigo. El día está calentando y ya empieza a sobrar, a pesar de lo temprano que es.
Fonte dos Lameiros

Fonte dos Lameiros
Tras visitar la fuente el Camino sigue por carretera sin tráfico pero muy empinada hasta llegar al cercano pueblo de San Xiol, que da nombre a la ruta y que tampoco tiene nada que ver.
Camino a San Xil

Ya estoy prácticamente en la máxima altura del día y a partir de aquí el bosque ddesaparece y comienzo a subir levemente por una carretera que bordea la cima de los montes con unas preciosas vistas de los valles que se extienden en la dirección que llevo. Es un tramo delicioso que recorro a buen paso por la cómoda carretera.
Una última fuerte subida me lleva hasta el Alto de Riocabo, a novecientos metros de altura y máxima cota de la jornada.
Alto de Riocabo

A partir de aquí el Camino se separa de la carretera y comienza un fuerte descenso hacia los valles que se ven desde aquí.
El Camino de bajada es de tierra y se interna de nuevo en los bosques, con fuertes pendientes que hacen perder altura rápidamente. Es una tortura. Tal como tengo los dedos, prefiero cien veces subir a bajar, y estas bajadas son de aúpa. Así que voy despacio y con mucho cuidado, procurando pisar sobre seguro y disfrutando de la preciosa bajada. El sendero es estrecho y baja el monte cerca de la carretera, pero atajando las curvas de esta.
Camino a Montan

En un momento dado me adelanta una pareja. Parecen padre e hijo y el padre le va contando al chaval lo que hay que hacer para que un negocio sea próspero. Espero que al chaval le aproveche. Tal vez me he cruzado con el nuevo Amancio Ortega, y yo sin saberlo.
Camino a Montan

La fuerte bajada termina a la entrada del pueblo de Montán, que tiene una bonita iglesia en las afueras y en una de cuyas casas un extranjero ha montado un chiringuito alternativo en el que ofrece descanso, café y comidas diversas al peregrino que pasa, a cambio de un donativo.
Iglesia en Montan

Montan
En realidad es la cuadra de una casa, pero el chaval se lo ha currado, así que le compro un tomate que tiene una pinta excelente y que me como encantado mientras salgo del pueblo y sigo bajando el monte, ahora en dirección al siguiente pueblo, que se llama Furela.
Tomates en Montan

El Camino de bajada por el monte sigue siendo igual. Algunos prados escasos entre los árboles permiten reposar a rebaños de vacas, algunas de las cuales se sitúan al borde del Camino mirando curiosas al caminante.
Camino a Furela

Camino a Furela
A media bajada el camino desemboca en una carreterilla donde un cartel peculiar anuncia que a seis minutos se encuentra El Taller del Alquimista. La otra vez que pasé por aquí fui a visitarlo, así que esta vez no pico. Se trata de una casa donde vive un hippie que hace curiosas esculturas con piedra y arena. No son feas, pero el desvío no merece la pena. Además, hippie, será muy hippie, alternativo y podemita pero en el garaje de la destartalada casa tenía un Mercedes, que yo lo vi…
Desvio al taller del Alquimista

Continuo bajando pasando por un precioso puente de piedra sobre un arroyo antes de llegar a una carretera ya fuera del bosque y despejada, al fondo de la cual se ve ya el pueblo de Furela.
Camino a Furela

Puente de piedra Camino a Furela
Es una larga recta hasta un pueblo sin nada que destacar. A su entrada  veo que tres perros grandes que estaban por allí se agrupan y se colocan cerrando el paso justo por donde yo tengo que ir.
Peligro. Hasta ahora no he visto en todos mis caminos un solo perro agresivo, pero las leyendas del Camino dicen que haberlos, haylos; y no es cuestión de andar con riesgos.
Así que cojo mi bastón, lo extiendo y sigo caminando hacia ellos. La teoría dice que tienes que acercarte sin mostrar miedo, haciendo ruido y apuntando al perro con la punta del bastón. Preciosa teoría, pero como a estos les de por arrancarse me como el bastón…
Pero no hay problema. Dos de los perros pasan de mi y el tercero, el mas grande se me pega y se pone a jugar. Lame el bastón, me lame la mano, me tapa el paso para que le haga caso. Es un juguetón. Así que mi teoría sobre los perros del Camino se confirma. Es difícil encontrar alguno problemático.
Perro cariñoso en Furela

Salgo de Furela a una carretera que va llaneando y desde la que en un momento dado se puede ver ya Sarria en la lejanía. Aún quedan siete kilómetros para llegar, pero parece a tiro de piedra.
Los finales de etapa son siempre pesados. Sobre todo si ves tu destino antes de tiempo. En esos casos los últimos kilómetros se hacen eternos. Esta etapa sin embargo tiene la ventaja de que en estos siete kilómetros aún me quedan por pasar cuatro pueblos, con lo que cada poco tiempo hay una distracción.
Camino a Pintin

El primero de estos pueblos es Pintín, donde solo destaca una pequeña capilla al borde del Camino y una pensión que es ideal para dormir si alargas la etapa de Triacastela y al día siguiente haces una etapa larga hasta Portomarín. Te permite ahorrar un día, aún a costa de dos largos. Pero hoy la pensión estás cerrada. No he encontrado abierto ningún bar ni establecimiento a lo largo del recorrido de hoy y este no es una excepción.
Pintin

Tras Pintín viene una preciosa pero fortísima bajada hasta Calvor, donde hay un Albergue de Peregrinos que está cerrado. La bajada es una delicia, pero es tan fuerte que en uno de sus tramos han colocado unas escaleras para poder salvarlo con algo más de facilidad.
Camino a Calvor


Camino a Calvor
Muy cerca de Calvor se encuentra Aguiada, un pequeño pueblo pero que tiene dos cosas importantes. La primera es que allí se junta la variante que viene de Samos para hacer conjúntamente los últimos kilómetros.
Sarria en la distancia

La segunda es que , justo donde los dos Caminos de unen, está el primer bar que encuentro abierto durante la jornada. Así que me paro allí y descanso un rato mientras me tomo dos coca colas. No son aún las doce y tengo tiempo de sobra, pues estoy tan solo a cuatro kilómetros del destino.
En el bar hay también dos parejas de peregrinos que por lo visto regresan hoy, porque están mirando los horarios de trenes y decidiendo cual coger.
Aguiada

Tras descansar continúo camino. Ahora ya voy por un andadero pegado a la carretera pero cómodo. Continuos toboganes me acercan a Sarria, pasando por delante de un albergue grande y de color rosa, que hace muy extraño en medio de este paisaje.
Camino a Sarria

Al entrar por fin en Sarria me dirijo a la oficina de correos. Aunque hoy estará cerrada, quiero mirar los horarios de apertursa, pues se me ha ocurrido librarme de parte del peso que llevo mandando a Madrid parte de la ropa de invierno, que ya no parece que vaya a usar, pues la previsión del tiempo es buena y amenaza como mucho lluvia para lpos últimos días.
Así que prefiero quitarme peso y andar algo más cómodo. La verdad es que el equipamiento de invierno es muy pesado. Llevo en total unos catorce kilos encima, que es claramente demasiado y eso se nota mucho en las piernas y las rodillas.
Camino a Sarria

La oficina de correos está ya al lado del hotel, al que llego pasando por el precios paseo del Malecón de Sarria, una calle peatonal pegada al rio, que en verano es una zona muy animada pwero que hoy está casi vacia y con todo cerrado.
Paseo del Malecón

Mi hotel, el Alfonso IX está pegado al Malecón, así que a la una ya estoy subiendo a la habitación. Una jornada rápida y buena.
Tengo tiempo de sobra para descansar, asearme, lavar la ropa y ver la tele antes de salir a dar una vuelta.
Hotel Alfonso IX

Sarria es en verano una ciudad muy animada. Siempre está rebosante de peregrinos y tiene un enorme número de albergues a lo largo de su ascendente Calle Mayor.
Pero hoy está vacio, como he dicho al principio. Todos los albergues de la Calle Mayor están cerrados y casi todos los establecimientos también. No hay nadie paseando, salvo algunos turistas de la cuarta edad, y me siento solo en una terraza a escribir y descansar.
Paseo del Malecón

Luego doy un largo paseo por el pueblo, que pasear despacio es la mejor manera de descansar las piernas, y ceno en un restaurante recomendado en Tripadvisor. Y acierto de pleno. Es el restaurante del Hotel Roma, muy cerca de la estación.
Es un asador estilo vasco de los que tienen un cocinero de categoría que domina la brasa. El asador se ve desde el comedor y se le ve trabajar con mimo y esmero, a pesar de que dado que son las siete y media, soy el único comensal en el comedor.
Vista desde la habitación

Ceno unas zamburiñas al ajillo riquísimas y un churrasco perfectamente hecho, con una ensalada riquísima y el aditamento de un chorizo criollo que me dejo en parte pues es demasiado fuerte para la noche. Cuandop termino la carne me trae otro trozo para repetir. Una delicia de cena que pone fin a un buen ddia de Camino.
Vuelvo al hotel paseando por las casi desiertas calles de Sarria y me encierro en la habitación tras hablar con mi tia Carmina y mi hijo Antonio, que hacía mucho que no hablaba con ellos y me hacía ilusión.
Mañana llego Dios mediante hasta Portomarín, ya a menos de cien kilómetros de Santiago. Pensé que a partir de ahora vería mas gente, pero por lo que parece y por lo que he visto en Sarria, este va a seguir siendo un Camino mas bien solitario. Un verdadero Camino de Invierno, aunque por el tiempo no lo parezca.









3 comentarios:

  1. Es curiosa esa sensación de camino solitario, como el que hiciste del Baztán. Y el Peregrino soltando lastre yendo a la oficina de correos a mandar un paquete de ropa. Resulta peculiar esta mezcla de tranquilidad y buen tiempo. Yo pensaba que con el macropuente al menos te encontrarías gente ahora. Igual aparecen a partir de mañana hasta Santiago. Repito: sensación curiosa en tus crónicas. Tú sigue disfrutando plácidamente.

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  2. Tu si que sabes cuidarte después de una etapa.

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  3. Tu si que sabes cuidarte después de una etapa.

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