sábado, 4 de abril de 2015

Dia 8 - Triacastela - Sarria. 28 kilómetros por la ribera del rio.

Último día de peregrinación. Y para variar, un día nuevo para mi. Hemos hecho esta etapa por la variante de Salmos, que yo no conocía aún y que me ha gustado mucho.
La verdad es que las dos alternativas que hay para llegar a Sarria desde Triacastela son igual de recomendables. La de san Xil, que hice ya hace tres años, es seis kilómetros mas corta y va por un hermoso monte, con paseos por bosques frondosos y unos senderos preciosos.
La de Samos, que hemos hecho hoy, es un paseo delicioso pegados al río Oribio, con vistas magníficas, pueblecitos diminutos y algo mas suave de orografía. Además tiene el aliciente de ver el impresionante monasterio de Samos, una joya en medio de los montes gallegos que merece la pena visitar por si solo con mucho más tiempo que el que hemos tenido hoy.
Ambas están perfectamente señalizadas, aunque la oficial es la de San Xil, que es la que toma la mayoría de la gente. A nosotros nos apetecía más hacer la de Samos ya que yo no la conocía y seis kilómetros más o menos no son gran diferencia dado que es el último día.
Así que, tras levantarnos a las siete como todos los días, desayunamos en el mismo restaurante que cenamos anoche.Una buena tostada con aceite y sal en un local repleto de peregrinos listos también para ponerse en marcha.
A las ocho y diez partimos atravesando Triacastela de punta a punta. Al final del pueblo un mojón jacobeo señala las dos opciones, a la derecha hacia San Xil y a la izquierda hacia Samos. Tomamos a la izquierda y cruzamos el río por un pequeño puente que da acceso a un andadero que sigue el trazado de la carretera que ya trajimos ayer desde casi O Cebreiro.
Salimos subiendo, pero pronto nos acercamos al borde del río Toribio o Sarria, que por ambos nombres se le conoce.
Nada más salir me doy cuenta de que sólo me he puesto los calcetines finos y me he olvidado los de senderismo. Así que tengo que parar y corregir el error. La técnica del doble calcetín para evitar las ampollas no lo funciona a todo el mundo, pero a nosotros si. De todos modos creo que lo mejor para evitar las ampollas es el untar bien los pies de vaselina antes de empezar a andar. Es lo que mejor evita la fricción que provoca las ampollas.
En tres breves kilómetros légamos al primer pueblo de la jornadas, que es San Cristovo do Real. Es un pueblo pequeño de casas rústicas y pegado a la orilla del río, que aquí corre caudaloso y fuerte formando una pequeña cascada antes de pasar por un bonito puente que cruzamos dejando a nuestra espalda su pequeña iglesia. El pueblo tiene un pequeño albergue de la Cuenta, que luego nos contarán unos chicos que nos encontramos en Samos que está muy bien. Ellos han dormido allí y dicen que es una casona restaurada y muy bien dotada, pero en la que solo han dormido cuatro personas, pues casi todo el mundo se hospeda en Triacastela.
Desde San Cristovo la senda sigue pegada a la margen derecha del río hasta alcanzar en dos kilómetros más Renche, otro pequeño pueblo del que como de San Cristo o, ya existen noticias documentales desde el siglo XII.
Tiene una iglesia preciosa con su cementerio adosado que dejamos atrás en una pequeña subidita que nos hace llegar hasta la carreterra. Inmediatamente volvemos a tomar un sendero que en subida nos lleva hasta Lastres, un pequeño pueblo donde lo más curioso es que, con perdón, está prohibido cagar. Como suena. Por todo el pueblo hay unos curiosos pictogramas que indican de manera inequívoca la prohibición. Hay dos modelos de carteles, uno muestra a un individuo en la típica posición con unos puntitos negros saliendo del sitio exacto.
El otro es mejor, ya que muestra a un personaje parecido, pero moviendo los brazos. Así que algún cachondo ha escrito en ingles en el cartel: "Prohibido cagar y bailar al mismo tiempo". Nos hace mucha gracia y Paloma le manda una foto a To, que es el más escatológico de la familia y al que seguro que le va a encantar.
Salimos de la curiosa aldea subiendo. Ahora nos alejamos un poco del río y durante unos kilómetros vamos subiendo y bajando pequeñas lomas por senderos entre árboles y abundante vegetación. Poca gente en el sendero. Tan solo adelantamos a un grupo de cuatro chicas valencianas jóvenes que no paran de hablar. Van animadísimas y a buen ritmo, así que un poco más adelante, aprovechando que nos paramos a hacer algunas fotos, nos vuelven a adelantar. Nos las volveremos a encontrar varias veces e iremos viendo como van cambiando el ritmo y el ánimo....
Por este terreno de toboganes pasamos las parroquias de Freituxe y San Martiño de Realcón. Esta última tiene una bonita iglesia románica como las que vimos abundantemente en la etapa de ayer. Todas estas parroquias no son mas que cuatro o cinco casas agrupadas en medio del monte de manera que estén lo más cerca posible de los campos o pastos de sus moradores. Tenían su sentido en otros tiempos, ya que lo agreste del terreno hacía los desplazamientos difíciles, pero hoy en día el mautomovbil ha desterrado esta necesidad de cercanía, y todas ellas se encuentran prácticamente deshabitadas.
Desde San Martiño subimos un duro tramo tras cruzar de nuevo el río y pasamos una carretera por debajo, llegando a una cima donde un cartel indica que ya estamos tan solo a quinientos metros de Samos. Paloma me está esperando en el cartel y cuando llego arranca... en la dirección equivocada. Le indico su error y me dice que las valencianas que vimos antes se han marchado hace un par de minutos por el camino erróneo. Tarde para avisarlas. El sitio no está claramente indicado, pero hay una flecha que indica a un sendero descendente que es el que hay que tomar. Lo cogemos esperando que las valencianas no senequiviquen demasiado. Debían venir con el piloto automático puesto después de la subida y no han visto la flecha. Es muy normal. Por eso, cuando uno lega a un cruce lo primero que te tiene que salir automáticamente es buscar la señalización, que siempre está, aunque a veces hay que buscarla.
El sendero hacia Samos es en fuerte cuesta abajo. En una curva aparece de repente en el valle a nuestros pies el pueblo de Samos, que queda absolutamente empequeñecido por la inmensa mole del Monasterio, que desde esta altura se aprecia en toda su magnitud. Es absolutamente desproporcionado para el estrecho valle en que está enclavado. Tiene un aspecto imponente, de fortaleza enclavada al borde del río. Se ven dos enormes patios interiores y un montón de estancias, edificios y alas distintas. No me quiero imaginar cuantos monjes debía haber aquí en sus tiempos de esplendor, y no quiero saber los pocos que quedarán ahora.
Bajamos hasta el pueblo y nos acercamos al monasterio. Le damos una vuelta completa al monasterio por el exterior. La parte que da al río es preciosa, con jardines exteriores bien cuidados y varios puentes que salvan el río.
La fachada principal de la basílica, con una enorme escalinata doble es preciosa y se eleva a una altura impresionante.
No vemos el interior del monasterio ya que solo puede hacerse con visitas guiadas. La próxima es dentro de media hora y su duración es de una hora. No queremos parar tanto tiempo, así que dejamos la visita al interior del monasterio para una ocasión en que estemos más de turismo y menos de peregrinación. El día además es muy caluroso, con lo que preferimos andar ahora y llegar lo antes posible.
Salimos de Samos por una carretera pegada al río, con las mismas magníficas vistas que hemos traído hasta ahora. Antes de salir vemos una precioso grupo escultórico dedicado a los peregrinos que representa en tamaño natural a Santiago, un peregrino antiguo  y un señor con gorra que coge agua de una fuente. La verdad, no se que pinta el señor con gorra, pero está bien hecho y no desentona.
Seguimos un par de kilómetros pegados a la carretera hasta que nada más pasar un pueblin llamado Teiguín, tenemos que elegir entre seguir por la carretera o tomar lo que mi guía describe como "una senda más peregrina". Obviamente elegimos esta ultima.
Justo cuando llegamos a ella, Paloma, que como siempre va delante mío, alcanza a las valencianas que habíamos perdido antes de Samos. Ya no van a tan buen ritmo, pero aún le dan. Le cuentan que no se han perdido demasiado. En cuanto han dejado el Camino se han dado cuenta de que ya no venía nadie detrás de ellas y han vuelto, descubriendo su error. Nos han vuelto a adelantar mientras nosotros veíamos el monasterio de Samos. No saben ahora por donde ir, así que Paloma les explica las dos sendas y deciden venir también por la "senda más peregrina".
Así que enfilamos la senda. Comenzamos a subir, y a subir, y a subir. Santiago maldiga al que hizo la guía. Lo de "mas peregrina" significa que te va a subir y a bajar por todos los montes de la zona.
Bueno, esto es una exageración. La primera subida, que nos aleja de la carretera es muy fuerte y dura cerca de un kilómetro, pero después la ruta es una preciosidad. Va rodó el rato por pequeñas carreterillas rurales o senderos de tierra saltando de aldea en aldea y atravesando valles más boscosos o más despejados, a veces pegados al río y a veces alejándonos de él. Subidas y bajadas suaves se van sucediendo una tras otra y el tramo resulta de lo más ameno y variado.
Pasamos así las aldeas de Pontenova, Pascais (donde hay una preciosa iglesia y una magnífica casa rectoral que da idea del significadi de la expresión "vivir como un cura" ),  Gorolfe y Vega de Reiriz. Aquí vamos por un bonito bosque y atravesamos el río por un impresionante puente en un paraje precioso.
Después el paisaje se abre más y avanzamos mas por prados que por bosques, superando el pueblo de Sivil. Justo allí alcanzamos otra vez a las valencianas. Ahora ya ni hablan. Van muy despacio, y más despacio se ponen cuando Paloma les dice que aún nos quedan seis kilómetros, y no los dos que ellas pensaban. Quedan dos hasta empalmar con la ruta que viene desde Triacastela por San Xil, pero desde allí quedan otros cuatro hasta Sarriaa, que es donde termina la etapa.
Desde Sivil el Camino inicia una fuerte subida antes de bajar a la siguiente aldea, que lleva el curioso nombre de Perros. Tiene una capilla preciosa que se puede ver desde la puerta cerrada por una reja. Estas pequeñas capillitas diminutas eran muy habituales en Asturias, en el Camino Primitivo y el del Norte. Aquí en Galicia no he visto tantas.
Una última y breve subida desde Perros nos lleva hasta Aiguada, que es donde empalmamos con el camino que viene de Triacastelapor San Xil. Justo en donde ambos empalman hay un bar pequeñito, de pueblo donde nos metemos sin dudarlo. Llevamos ya veinticuatro kilómetros según el GPS, y aún no habíamos parado. En  Samos era demasiado pronto, y después no hemos encontrado un sol bar en todas las aldeillas por las que hemos pasado.
Así que descansamos allí un buen rato y aprovechamos para tomarnos un excelente bocadillo de tortilla francesa que nos hace la dueña con huevos "de casa" como ella dice y un pan esponjoso que quita el sentido. Me recuerda a las tortillas que tomamos en Bueu en verano. Estos huevos gallegos quedeben ser de animales distintos de los que tenemos en Madrid, porque son absolutamente deliciosos.
Algo más de cuatro kilómetros nos quedan cuando reiniciamos la marcha. Ahora ya las dos rutas se han unido y volvemos a recuperar los mojones jacobeos que marcan la distancia a Santiago. Vamos ya a ritmo rápido de final de etapa, deseando terminar cuanto antes. Pasamos así el pueblo de San Mamede y un poco más adelante nos pasa un grupo de peregrinos a caballo. Son los primeros que vemos en esta peregrinación, aunque ayer en Triacasstela había una especie de convención de caballistas y todo el pueblo estaba lleno de los típicos remolques de caballos,. Debían estar haciendo una ruta por allí, pues a eso de las siete volvieron y vimos pasar a unos veinte o así. Hoy estaban todos los caballos en un prado en el pueblo cuando hemos salido.
A nosotros nos pasan los caballos y nosotros pasamos, de nuevo, a las valencianas. Ahora si van derrotadas, apenas pueden andar y no musitan ni palabra. Ya no tienen noción ni de la distancia y creen ahora que les quedan cuatro kilómetros cuando en realidad solo quedan dos cuando yo las paso.
Desde un alto vemos ya Sarria muy cerca y no tardamos en llegar a sus primeras casas. El trayecto hasta el hotel Oca Villa de Sarria es corto, a pesar de que Sarria es una ciudad grande. Está situado cerca del río y al lado del paso del Camino por la ciudad.
Subimos a la habitación a las dos y media. Hemos hecho una buena media de etapa y cubierto los más de veintiocho kilómetros que dice el GPS en alfo mas de seis horas.
Descansamos largo rato en la habitación. La peregrinación familiar de este año ha acabado y mañana volvemos a casa. Quedan ganas de seguir hasta Santiago, pero no es posible. El curro nos llama...
A las cinco salimos a dar una vuelta por Sarria. Vamos por la Calle Real, que es por la que sigue el Camino para salir de Sarria. Es una calle en fuerte cuesta. Tanto que, para acceder a ella desde donde está nuestro hotel hay que subir un tramo de mas de cincuenta escalones. Al terminar los mismos nos encontramos a las valencianas, que al final han llegado y ahora están encantadas tomando el sol en una terraza.
Toda la calle está llena de albergues y de restaurantes para los peregrinos. Y es que Sarria es, con mucha diferencia sobre el siguiente, el punto desde donde más gente empieza el Camino de Santiago.
Ello se debe a que es la ciudad mas cercana al punto mágico de los cien kilómetros hasta Santiago, que es la distancia mínima que hay que hacer para tener derecho a la Compostela. Así que desde aquí parten hacia Santiago masas de peregrinos.
Vemos a una familia entera probándose sus botas nuevas, recién comparadas para empezar mañana. Espero que no les causen demasiadas ampollas.
El paseo es corto y terminamos sentándonos a tomar algo en una terraza en el paseo del Malecón, un precioso paseo al borde del río que ahora está bastante desangelado pues está en obras de reparación.
Cuando empieza a refrescar subimos a la habitación del hotel, que está calentita y muy cerca y descansamos hasta que a las ocho y media bajamos a cenar a un restaurante en el mismo Malecón.
Tomamos menú del peregrino: ensalada de tomate con queso del Cebreiro para los dos y luego Lubina para Paloma y Merluza para mi. De postre tomo una de las mejores tartas de queso que he tomado nunca. Me ha convencido el camarero al decirme que cada vez que la hace el cocinero no dura nada, porque se la comen ellos. Deliciosa.
Y ya nos vamos a dormir. Mañana no hay despertador a las siete. No hay etapa y no hay kilómetros que hacer. La peregrinación ha acabado. Solo nos queda tomar el tren a las once y volver a casa, a la vida de todos los dias, que tampoco es mala vida.
Un Camino en familia más. Espero que no será el último.

viernes, 3 de abril de 2015

Dia 7- O Cebreiro - Triacastela. 23 kilómetros de bajada con varias subidas.

Un día corto de caminata pero intenso y bonito. Un paseo agradable, buenos paisajes, un tiempo excelente... No se puede pedir más.
Tras el esfuerzo de ayer, viene bien una etapa relajada y corta para recuperar fuerzas. Ya estamos en Galicia y se nota en todo. El paisaje de suaves colinas redondeadas, el verdor por todos lados, los  pequeños caserios esparcidos por todas partes...una delicia.
El día ha sido en general de bajada,  en total hemps descendido setecientos metros de altura, pero en medio hemos tenido dos subidas de cierta consideración que han animado el día.
Como la etapa ha sido corta y el pueblo de Triacastela no tiene mucho que ver,  hemos tenido toda la tarde para descansar en la cómoda habitación del Albergue Complexo Xacobeo, donde estamos alojados.
Un buen día que hemos comenzado como de costumbre a las siete. Hemos dormido muy bien a pesar de que las paredes de l Venta Celta en O Cebreiro parecían de papel y se oía todo. Estábamos preocupados porque en la Venta estaba también un grupo de gente joven que pensábamos que iban a estar de juerga hasta tarde, pero la verdad es que no hicieron nada de ruido y hemos oído casi más a las vecinas de la habitación de al lado, que eran coreanas.
Hemos desayunado unas tostadas excelentes en la misma Venta y nos hemos puesto en Camino a las ocho y media.  El día es algo frío a estas horas y a esta altura, pero el cielo está completamente despejado y promete calor del bueno.
Hay bastantes peregrinos saliendo a la misma hora que nosotros del albergue y del resto de hostales y casas de habitaciones que llenan el pequeño poblado.
Para salir de O Cebreiro tomamos un Camino que sube fuertemente desde el albergue hacia una cima que se ve en lo alto y en la que hay una enorme cruz de madera, o por lo menos parece de madera desde esta distancia. El camino me extraña, porque recuerdo que la última vez que salí desde aquí lo hice bajando desde el albergue. Luego me enterarse que es que hay dos salodas , la fácil que es la que tomé la otra vez, y la difícil es la que hemos tomado hoy, que sube al monte antes de volver a bajar y encontrarse ambas con kilómetro y medio más lejos.
La ventaja del Camino que hemos tomado es que ofrece magníficas vistas de O Cebreiro y los montes que se extienden delante nuestro hacia el mar.
Vamos subiendo por un bosque de pinos precioso que deja un olor a resina que despierta los sentidos. Cerca nuestra va una chica alemana vestida como una hippie, con un morral pequeño a la espalda, sandalias y a un paso como de paseo; y que se va poniendo morada de unas galletitas que tenía ayer el cura en una cestita en la iglesia. Esta debió saquear la cesta y ahora está desayunando a base de bien a la salud de los feligreses de O Cebreiro.
La subida termina sin que hayamos llegado a la cruz que se veía desde lo alto y bajando un poco empalmamos con la otra salida de O Cebreiro en una amplia pista forestal que baja suavemente hacia un grupo de casas que se ve abajo. Es nuestro primer destino, la parroquia de Santo Estevo de Liñares.
Las vistas son espectaculares. Nos encontramos con un grupito compuesto de una madre y dos niñas como de catorce años que quieren hacerse una foto. Nos ofrecemos a hacérsela y luego ellas nos hacen una a nosotros. Una de las niñas se ofrece voluntaria inmediatamente al ver mi cámara, y la madre nos dice que es que es una loca de la fotografía y que no la ha dejado traer su cámara buena al Camino por si la perdía. Así que la chica nos hace la foto encantada y seguimos Camino.
La senda forestal termina en la carretera Lu- 633, que nos va a acompañar toda la jornada, justo a la entrada de Linares que es una parroquia muy pequeña de apenas cuatro casas y una iglesia de estilo prerrománico, de las que vamos a ver varias en esta etapa.
Apenas se andan por la carretera, pues apenas sobrepasamos el pueblo, un sendero surge a la derecha y comienza a ascender bastante abruptamente. Las vistas hacia la derecha de todo el valle que se extiende a nuestros pies son muy bonitas, pero la atención se concentra en la subida, que es dura y en menos de un kilómetro nos lleva hasta el Alto de San Roque, segundo del día tras ell Teso da Cruz, a la salida de O Cebreiro.
En este alto está una de las esculturas más bonitas del Camino. Representa a un peregrino con autendo medieval que sujeta su sombrero con una mano mientras lucha por avanzar contra el viento. Es de tamaño mayor que el natural y está justo en el Alto, con lo que las vistas que se tienen de las dos vertientes de la montaña desde su posición son magníficas. 
Todo el mundo, y nosotros también se hace las preceptivas fotos antes de continuar.
Seguimos Camino por una senda recta que transcurre pegada a la carretera por lo más alto de los montes. Es un tramo de kilómetro y medio que termina en una bajada hasta el siguiente núcleo de población, que es Hospital de la Condesa, un poblado algo más grande que el anterior, que tiene también una magnífica iglesia prerrománica del siglo XII. Las iglesias en esta zona tienen la peculiaridad de que su única torre se yergue en la cabecera de la iglesia, formando un porche antes de la entrada del templo, que sirve para refugiarse en caso de mal tiempo o quedarse conversando los parroquianos tras la misa. Son iglesias robustas y bajas, de piedras apenas labradas y muros recios y casi sin ventanas. Ami me gustan mucho, pues son muy simples y auténticas.
Continuamos siempre cerca de la carretera, pero sin llegar a sufrirla, por un sendero de tierra y piedras, estrecho y colgado de la ladera de la montaña. Vamos subiendo la tercera dificultad de la jornada, el Alto do Podio, cuya cima se ve perfectamente pues en ella hay dos casas blancas que son dos bares que atraen como imanes. Todavía estamos muy por debajo de ellos y se ve que va a costar llegar.
Subimos suavemente hasta llegar a otro poblado antes del Alto. Se trata de Padornelo, que también tiene, a pesar de su escaso tamaño, su iglesia prerrománica con porche delantero. Este es más grande que el anterior y tiene hasta algunos poyetes de piedra para sentarse en las paredes. 
En el tramo antes de llegar al pueblo un perro de caza que lleva un cencero al cuello, como si fuese una vaca, se nos pega. A Paloma se le ocurre darle una galleta y desde entonces ya no hay quien nos lo quite de encima. Al cabo de diez minutos estamos ya hasta el gorro del cencerro. Pero cuando llegamos a la entrada de Padornelo, un pastor alemán enorme nos resuelve el problema. No consiente que el intruso entre en su territorio y se pone a perseguirle hasta que le ahuyenta colina abajo.
A la salida de esta pequeña parroquia de Padornelo atacamos la parte dura de la subida al Alto do Podio. Es una cuesta durísima, de las peores que tiene el Camino, pero afortunadamente es muy corta. Son cuatrocientos metros que Paloma hace de un tirón y yo hago reptando como puedo y parándome a menudo para contemplar el paisaje y recuperar el aliento.
Como nhe dicho, justo en l Alto, hay dos bares estratégicamente situados en los que páramos sin excepción todos los que vamos llegando. Bueno, miento, porque todos paramos en el primero, que está lleno. El otro esta simplemente a treinta metors , al otro lado de la carretera, pero en él no hay nadie. Ningún peregrino está dispuesto a dar un paso de más  antes de sentarse tras esta durísima rampa. ¡Lo que hace la ubicación para un negocio!.
Obviamente nosotros también nos sentamos y descansamos un rato tras solo ocho kilómetros de etapa. Nos sentamos en una mesa que está justo donde acaba la subida. Disfrutamos así del espectáculo de todos los que llegan. Vemos aparecer primero la cabeza, como saliendo de la tierra y luego, despacio y con mucho esfuerzo, surge el resto del cuerpo. Es divertido de ver cuando ya estás sentado y descansando...
Tras un breve rato, continuamos Camino. Tocan ahora tres kilómetros muy pesados por lo alto del monte y por una senda pegada a la carretera. El tramo es completamente recto, con lo que las espléndidas vistas que se tienen se agotan por repetidas en poco tiempo.  Así que el andar se hace monótono hasta que llegamos al siguiente pueblo, Fonfria, un pueblo algo más grande que el anterior en el que vemos como los vaqueros están sacando a pastar a sus rebaños, con lo que todo el pueblo es un concierto de mugidos infernal.
A la salida de Fonfria se nkos acerca una señora con un plato de crepes recién hechas . Paloma coge dos y dice que están buenísimas. Nos pide la voluntad y le doy lo que llevo suelto.
Desde Fonfría hay otros dos kilómetros y medio hasta el siguiente pueblo, que es Biduedo. Durante los dos primeros seguimos por la misma senda pegados a la carretera, antes de bajar hasta esta y tomar un sendero descendente que nos lleva al pueblo, al que no llegamos a entrar, pero del que vemos su correspondiente ermita románica, mucho mas pequeña que las iglesias anteriores, pero también muy bonita.
Con todas estas, aún no hemos empezado a bajar en serio. Desde la salida de Biduedo se ve ya el valle y el pueblo de Triacastela, nuestro destino, que está unos seiscientos metros debajo de nosotros y a unos siete kilómetros.
Desde aquí, por tanto, a la senda no le queda otra que bajar. Al principio lo hace muy suavemente y pegada aún a la carretera, pero en un momento dado atajamos hacia la derecha y comenzamos una fuerte bajada hasta el pueblo de Filloval. Paloma tiene una técnica de bajada (que por cierto aprendió de mi) que consiste en bajar corriendo , lo que hace que el esfuerzo sobre las rodillas sea mas pequeño, pero cansa más.
En Filloval paramos en una terraza a comer algo antes de afrontar los últimos cuatro kilómetros de etapa. Paloma se toma un pinchjo de tortilla de patatas que quite el sentido y yo tomo un poco de queso y cecina que traía en la mochila. Ahora hace bastante calor y se está muy bien en la terraza a la sombra de una sombrilla que nos ha traído la amable camarera. El resto de la terraza está ocupado por alemanes que se ponen cara al sol a ver si se les pega un poco.
Los últimos cuatro kilómetros de bajada son mas amenos. Vamos ya descendiendo claramente entre ardolado que de vez en cuando nos deja ver que Triacastela está cada vez más cerca a nuestra izquierda. Atravesamos el poblado de Pasantes y llegamos a Ramíl, donde hay un roble centenario de un tamaño descomunal, antes de desembocar ya en la explanada junto al río que marca la entrada a Triacastela y donde está, al borde del río  el magnífico albergue municipal.
Para llegar al centro del pueblo y a nuestro Albergue Complexo Xacobeo nos quedan unos trescientos metros.
Ya en el Albergue nos dan una habitación completamente nueva y estupenda en la segunda planta. Hemos llegado a las dos y cuarto, con lo que tenemos toda la tarde libre.
Descansamos un buen rato antes de salir a dar una vuelta por el pueblo a las cinco y media. Es un pueblo muy pequeño donde lo único que destaca es la iglesia de Santiago, más moderna que las que hemos visto en la jornada, pero con la misma estructura. Tiene una torre muy alta y estilizada y como suele suceder en Galicia, acoge en su exterior el cementerio del pueblo.
Me gustan estos recintos gallegos que incluyen l cementerio del pueblo en la iglesia. Me parecen recintos llenos de espiritualidad y que mantienen muy bien la idea de comunidad atemporal de la Iglesia.
Nos sentamos en una terraza a leer y escribir antes de cenar en un restaurante cercano al hotel. Menú peregrino de Sopa de Marisco y Salmón para Paloma y macarrones y churrasco para mi.
Cuando ya nos vamos a ir llega un grupo de como unas quince chicas inglesas jóvenes con cuatro monitores y socupan una mesa larga que está preparada. Es un grupo que empieza aquí su Camino. El monitor les da a cada uno sus credenciales nuevas y les instruye sobre como rellenarlas. Todas miran y remiran su credencial con ilusión y curiosidad. Tiene que ser divertido empezar así un Camino con tus compañeros de clase, o de parroquia o de club, o de yo que se que. ...
Nos vamos a la cama. Ellos empiezan el Camino y nosotros lo terminamos. Es la cadena milenaria de la peregrinación que se renueva otra vez.
Mañana terminamos ya la peregrinación de este año en Sarria, a solo ciento doce kilómetros de Santiago. ¡ Que pena no tener cinco días más para acabar!.
TRIVIAL DEL CAMINO.
Ya no hay quien os pille. Tanto la respuesta del Castillo de Sarracín en Vega de Valcarce, como los tres personajes enterrados en la iglesia de O Cebreiro ( los dos protagonistas del milagro y Ellas Valiña), son completamente correctas.
Hoy tenemos la última pregunta, pues mañana habrá crónica, pero no pregunta al ser el último día.
Así que la pregunta hoy va de finales...
- No todo el mundo termina su peregrinación en Santiago. Algunos, tras conseguir su Compostela,  quieren seguir caminando y de ese modo pueden obtener otros dos documentos acreditativos de su peregrinación. La pregunta es:
¿Como se llaman esos dos documentos y en que localidades se obtienen?