martes, 31 de marzo de 2015

Dia 4 - Foncebadón-Ponferrada. 23 kilómetros maravillosos y 7 asquerosos.

Un día duro y precioso. Hemos cruzado los Montes de León, hemos recordado en la Cruz de Ferro a los que ya se han ido en un momento muy emocionante , hemos estado en el albergue de Tomás el Templario y hemos visto todo el Bierzo desde lo alto de los montes antes de bajar 1.000 metros en apenas 10 kilómetros. Un día muy completo que hemos completado recibiendo los dos solos la bendición del peregrino en la Basílica de la Virgen de la Encina y comprometiendonos a cambio a rezar en Santiago por todo  Ponferrada.
Ayer no pude colgar la crónica, ya que en Foncebadón no había ni rastro de cobertura. Lo intenté de todas las maneras posibles pero no hubo manera. Así que he colgado el texto en la primera parada que hemos hecho y después, al llegar al hotel en Ponferrada, he colgado las fotos. Disculpas por el retraso.
Nos hemos levantado a las siete tras dormir muy bien en este pueblo perdido en la montaña.. La idea era salir lo antes posible para ver las primeras luces del día mientras subíamos a Foncebadón. Y eso es lo que hemos hecho. Mientras Paloma desayunaba yo me he subido a la parte alta del pueblo a ver si conseguía cobertura, pero ni por esas. Ya me lo han dicho los del pueblo, aquí Vodafone poco, y movistar ni está ni se le espera...
Salimos, pues, con las primeras luces de un día que amanece completamente despejado y muy frío. Estamos a mil quinientos metros de altura y se nota. Toda la ropa de abrigo y guantes para empezar a andar junto a la gente que sale ahora de los albergues. Ya empiezan a sonar nos las caras de muchos de ellos y saludamos a algunos mientras subimos la calle pedregosa de Foncebadón. En cuanto abandonamos el pueblo comenzamos a subir de nuevo el monte que nos separa del primer y muy importante hito de la jornada: la Cruz de Ferro.
La vista hacie el valle de Astorga, por donde está saliendo el sol es espectacular. Una luz rojiza lo inunda todo y da un aspecto mágico a la ascensión.
Doblamos una curva ya en lo alto del monte y Foncebadón desaparece. Vamos ahora llaneando por la cima hasta que un poco más adelante comenzamos a ver recortándose contra el azul del cielo por encima de los altos árboles la Cruz de Ferro, en lo más alto de su mástil de ocho metros.
La Cruz se va haciendo aún más grande a medida que nos acercamos y pronto nos encontramos a sus pies en la amplia explanada donde está situada.
Es un lugar mágico y emocionante. La Cruz se eleva solitaria desde una enorme montaña de pequeñas piedras que primero los viajeros celtas, después los legionarios romanos y desde hace mil años los peregrinos han ido dejando aquí como símbolo de muy diversos sentimientos. A veces homenaje y tributo a dioses paganos, otras símbolo del deseo de regresar sano y salvo de un largo viaje, otras simbolo de penas o recuerdos que queremos dejar atrás,  recuerdo y homenaje a nuestros seres queridos perdidos otras o petición personal de esa piedra que dejamos sea la que en el día de nuestro juicio final decante la balanza a favor de nuestras buenas acciones.
Todo esto junto representa esta simple Cruz que se alza en este paraje aislado.
Rezamos en la base y luego sacamos las piedras que hemos acarreado estos días y que simboliza cada una de ellas a una persona muy querida por nosotros o por aquellos a los que queremos. Paloma deja las suyas a media ladera. Prefiere que no estén en un lugar donde puedan ser pisadas. Yo subo hasta lo más alto y las deposito una a una a los mismos pies de la cruz junto con una petición para la persona a la que representan. No me importa que pronto queden enterradas bajo las nuevas piedras que depositarán otros peregrinos. Creo que su verdadero destino no es estar en la superficie, sino ir enterrándose cada vez más y fundirse con las demás en una sola petición que se eleve hasta el cercano firmamento.
No hay muchos peregrinos a estas horas por lo que podemos dedicar al intenso momento el tiempo necesario.
Damos luego una vuelta por los alrededores, viendo la pequeña capilla que está junto a la cruz y a los peregrinos que uno a uno van subiendo a repetir lo que ya hemos hecho nosotros.
Pero esto es una peregrinación , así que pronto continuamos caminando. Dado que la Cruz de Ferro se alza en el punto más alto del Camino de Santiago toca ahora bajar. La bajada comienza suave por un cómodo andadero muy cuidado ( incluso tiene bancos) pegado a la carretera.
El paisaje ahora es de montes que se extienden hasta el horizonte. Estamos en el corazón de los montes y caminamos por su parte más alta. El andadero se convierte pronto en un sendero de tierra que en dos kilómetros nos deja en una carreterilla por la que enseguida llegamos a otrro punto importante del Camino, aunque este mucho más profano.
Se trata del refugio de Tomás el Templario, quizás el albergue más conocido y comentado de todo el Camino.
Es un albergue alternativo, muy apreciado por los personajes más peculiares del Camino. Se trata de una cabaña destartalada situada en una curva de la carretera en este abandonado pueblo de Manjarín, cuya población oficial es de un habitante. No tiene luz ni agua corriente. Una cabaña situada a unos metros hace las veces de letrinas y quien quiere dormir allí lo hace en el suelo. Pero ofrecen acogida y te o café a todos los que llegan.
A su entrada hay un muy fotografiado panel con las distancias que nos separan de los más variados lugares del mundo: Nueva York, París, Machu Pichu, Katmandú.. Y por supuesto Santiago.
A la puerta del albergue una sonriente pareja con pinta de misioneros mormones vestidos de monjes hindúes da la bienvenida a todo el mundo.
Dentro del albergue lo primero que ves es una mesa con café y te y un mostrador en el que venden de todo. Paloma lo revisa entero y compra una bonita cruz como colgante para el cuello.
En las paredes hay toda clase de carteles, entre los que destaca uno que relaciona las distintas partes del cuerpo humano con los versículos del padrenuestro. Como no he entendido nada de lo que decía le he sacado una foto y voy a estudiarlo con detenimiento en cuanto vuelva. Prometo contar los resultados.
Salimos del curioso lugar y continuamos Camino.
Ahora toca de nuevo subir para salvar la última altura que nos separa de la otra vertiente de los montes, la que mira al Bierzo.
Es una subida fuertecilla hasta llegar a una antena situada en lo más alto del monte.
A partir de ese punto vamos llaneando por lo más alto de la montaña por una carretera que va pegada a unos terrenos militares.
Poco a poco las cimas de los montes cercanos van desapareciendo y de repente todo el valle del Bierzo se extiende a nuestros pies. Es una de las vistas más impresionantes del Camino. El valle se extiende 1.000 metros por debajo de donde estamos. Se ve perfectamente Ponferrada, a donde tenemos que llegar hoy. Esparcidos por el valle se ven otros pueblos más pequeños  y campos cultivados por todos sitios. Al fondo cierran el valle los montes que dan entrada a Galicia y que tendremos que atravesar en un par de días. Contemplamos un rato esta vista y comenzamos el descenso.
Es una bajada preciosa, con unas vistas impresionantes y por senderos estrechos pegados a la escasa vegetación que se ve a esta altura.
Bajamos rápido. El día se ha caldeado y la ropa de abrigo ya sobra. Tras unos seis kilómetros de bajada fácil llegamos al primer pueblo de esta vertiente de las montañas. Es El Acebo, un pueblecito pequeño, muy cuidado y de casas de piedra y madera bajas en torno a una calle central por la que avanza el Camino. Parece  una estación de esquí de casas del mismo estilo, con balcxones de madera sobresaliendomde los muros de piedra y tejados inclinados de teja o pizarra. Precioso.
Como ya llevamos diez kilómetros de etapa decidomos parar en una estupenda terraza donde Paloma se atiza un pincho de tortilla de campeonato y yo un par de Cocas.
La terraza está llena y reconocemos a muchos de los peregrinos que paran aquí o que pasan por delante siguiendo Camino. Se está de miedo aquí. La temperatura es estupenda y dan ganas de quedarse. Pero tras un corto descanso, cogemos de nuevo las mochilas y continuamos. A la salida del pueblo vemos el bonito  monumento a Heinrich Krautze, un ciclista alemán que falleció bajando esta montaña. Es una bicicletas metálica y estilizada que parece despegar del suelo buscando las alturas. Sencillo y bonito.
Toca ahora bajar otros tres bonitos y cómodos kilómetros hasta el siguiente pueblo, que es Riego de Ambrós.
En la bajada piso mal en un borde de la carretera y con el peso de la mochila tropiezo y me caigo de bruces al suelo. Paloma, muy solidaria siempre y que esta vez si venía a mi lado, se parte solidariamente de risa. Yo me levanto como puedo sin mas daños que los de mi orgullo y un rasponazo en la rodilla y continuamos.
Riego de Ambrós es un pueblo quizá aún más bonito que El Acebo. El mismo tipo de edificaciones rurales muy bien cuidadas, pero más estructura de pueblo, con plaza y ermita incluidas. Lo vemos bien según pasamos antes de comenzar a su salida la parte más dura de la bajada.
Son seis kilómetros muy difíciles hasta llegar  a Molinaseca, que se encuentra ya en la falda del monte y que es la puerta de entrada al Bierzo.
Al comienzo de la bajada, en un tramo que es una estrecha torentera muy empinada llena de piedras suelta y en la que hay que bajar casi de lado, nos cruzamos con un ciclista que ha decidido bajar por aquí. El poner las está pasando canutas, pues aquí no hay quien maneje la bici ni siquiera bajándose de ella.
La torrentera termina en un sendero siempre descendente pero mucho más suave que nos lleva hasta una explanada donde hay cinco árboles (creo que Robles) que tienen un díametro gigantesco, aunque no son muy altos. Es un sitio precioso al pie de un arroyo que invita a pararse. Pero nosotros queremos llegar cuanto antes, así que continuamos. Los peregrinos que en la subida y la bajada hasta El Acebo eran frecuentes, ahora han desaparecidos y vamos solos por estos parajes.
Un último tramo de fuerte descenso entre piedras sueltas que hacen el caminar pesado, cansino y peligroso nos lleva ya hasta un punto donde vemos Molinaseca a  apenas medio kilómetro que hacemos rápidamente entrando en Molinaseca por una carretera, la misma por la que salimos de Astorga hace dos días y de la que ya hemos recorrido cincuenta kilómetros.
La llegada a Molinaseca es preciosa.'se entra por un puente medieval que salva un río con playa fluvial y chirinfuitos a sus orillas. Pasado el puente comienza el pueblo, del que destaca su imponente iglesia, que lo domina todo, y su espléndida calle Mayor, con el mismo tipo de edificaciones y el mismo cuidado y limpieza que ya hemos visto en El Acebo y Riego de Ambrós.
Son estos tres pueblos en la bajada al Bierzo auténticas joyas que merece la pena visitar.
Cruzamos la Calle Mayor de punta a punta y paramos en una terraza al pie de un crucero a descansar un pooco de la bajada y tomar algo.
La parte buena de la etapa ha acabado y ahora vienen siete kilómetros de tortura hasta llegar a Ponferrada.
Los primeros tres se hacen por una acera de la carretera, en continua y pesadísima subida. Es un tramo matador, de rectas larguísimas que parecen no acabar nunca. Paloma toma una buena decisión y se pone a leer su libro electrónico mientras anda con el piloto automático.
Tras esos tres kilómetros pesadísimos, la carretera continúa recta hacia Ponferrada, pero las autoridades de esto, quienes quiera que sean y a las que el diablo confunda, han pensado que a los peregrinos nos vendrán bien unos kilómetros más, así que han desviado el Camino por una especie de M-30 ponferradina que durante cuatro interminables kilómetros va rodeando toda la ciudad hasta entrar en ella justo por el lado contrario al que nos encontramos, o sea, por el casco antiguo.
Estos cuatro kilómetros son una tortura, pues aparte de tener algunos roboganes de consideración, vas viendo todo el rato la ciudad a tu derecha; a tiro de piedra pero inaccesible. Pasamos por delante de una pista de automodelismo, de una escuela de aeromodelismo y de un innumerables chalet antes de por fin llegar a un puente que da acceso a Ponferrada.... Que ahora vemos en un alto... Así que toca subir esos últimos cientos de metros por una calle destartalada que cruza por un túnel las vías del tren antes de torcer a la Calle Hospital que desemboca por fin a las puertas del impresionante castillo templario de Ponferrada.
Doscientos metros más y entramos pasando bajo la torre del reloj a la enorme y ecléctica plaza mayor de Ponferrada, donde está nuestro hotel, el Aroi Bierzo Plaza. Son las tres y media pasadas, así que hemos hecho siete horas y media de etapa.
La habitación está de lujo, con un balconcito a la plaza y todo lo que es menester.
Descansamos brevemente antes de salir de nuevo. Pero esta vez vamos a salir separados. Paloma quiere comprarse unas zaparilas nuevas, pues las que tiene ñle empiezan a molestar, así que se acerca a Decathlon. Yo quiero visitar el Castillo Templario, que las dos veces anteriores que estuve aquí encontré cerrado. Así que cada uno nos vamos por nuestro lado. Paloma se compra unas zapatillas perfectas para su cometido y yo veo con detalle el magnífico castillo, en el que lo que más destaca son las vistas que desde él se tienen de toda la ciudad y sobre todo la impresionante exposición permanente de facsimiles de libretos medievales, en la que me entre tengo fascinado casi una hora. Me alegra ver que entre todos ello uno de los más apreciados y a los que más espacio se dedica es al facsimil del Codex Calixtinus de Ediciones Kaideda del que yo tengo un ejemplar en casa.
Terminadas nuestras respectivas actividades nos juntamos de nuevo en la terraza del hotel. Tomamos algo y tras hacer unas compras para mañana cenamos en la terraza del restaurante del hotel, en plena plaza mayor. Una cena espléndida. Paloma toma un recuelto de morcilla y unos chipirones a la plancha con arroz y yo pimientosmasados con anchoas y ventresca y entrecot de buey. De postre tartas de queso y manzana. Un festín que nos merecemos, pues con la tontería de subir y bajar montañas hoy no habíamos comido nada salvo el pincho que Paloma tomó en El Aceboñ, y el hambre era por tanto importante.
Subimos a la habitación y vemos el final de la nueva derrota de España ante Holanda antes de que Paloma se duerma y yo escriba esta crónica que ahora finaliza.
Mañana toca una etapa corta y sencilla hasta Villafranca del Bierzo que contaré a su debido tiempo.
TRIVIAL DEL CAMINO.
Bueno, mi pregunta algo jocosa sobre mi lavadora peregrina era bastante fácil de encontrar. Bastaba bucear un poco en Google, como ha hecho Isabel, y descubrir que se trata de la SCRUBBA, de origen australiano.
Es una simple bolsa en la que metes la ropa, agua y detergente; la agitas durante un rato y juro que la ropas sale limpia. Mas limpia que lavándola a mano.
Estoy encantado con ella, pues odio lavar. Os dejo una foto para que la veáis.
Y ahora ya se han acabado las preguntas marujiles o familiares y volvemos al recio mundo de la peregrinación.
Y ya que estamos en Ponferrada volvemos con órdenes militares encargadas de la custodia del Camino.:
- ¿ Cual es la Orden militar más antigua (fundada precisamente en una importante ciudad del camino) de la que se tienen noticias, en que año se fundó y cuales son sus símbolos?.
- Y una mas local: ¿ Que leyenda une a los Caballeros de la Orden de los Pobres Caballeros de Cristo y del templo de Salomón con una encina?

lunes, 30 de marzo de 2015

Dia 3 - Astorga - Foncebadón. 29 kms. En el poblado fantasma.

Una etapa deliciosa. Larga, pero muy  entretenida y con un final espectacular en el poblado de Foncebabón, a casi 1.500 metros de altura y con unasimpresionantes vistas de la Maragatería. Desde aquí vemos perfectamenteAstorga en la lejanía e impresiona darte cuenta de la distancia que hemos recorrido hoy. Visto desde aquí me parece imposible que hayamos recorrido tanta distancia y subido tanta altura.
Astorga se ve lejos, muy lejos y se ve además muy abajo, como si lo estuviésemos viendo desde un avión. Desde allí no hemos hecho más que subir y subir, en total unos 700 metros de desnivel que no se han hecho especialmente pasados.
Una muy buena jornada con un tiempo excelente.  Llevamos toda la tarde sentados en una terraza a la puerta de nuestro hostal disfrutando del sol en mangas de camisa y descansando del esfuerzo realizado,. Una gozada.
Gozada que nos hemos ganado, pues físicamente la jornada ha sido de aupa, aunque no parece habernos pasado excesiva factura.
Ayer las pasé canutas para subir las fotos al blog. Mi cámara de fotos parece estar estropeada y no graba bien las tarjetas, con lo que la PDA no las reconoce. Tras muchos intentos ayer conseguí al fin que me reconociese la que he estado usando estos días, pero hoy no se lo que pasará. Además en este pueblo perdido no hay apenas cobertufa, así que no se como publicaré hoy. Si no puedo hacerlo, lo dejaré para mañana.
Nos hemos levantado a las siete tras dormir como reyes y sin un solo ruido.
Hemos desayunado en el hotel que tiene un buffet normalito y a las ocho y media estábamos ya en Camino.
Para salir de Astorga tenemos que cruzar toda la ciudad, que a estas horas está empezando su actividad. Vamos varios grupos de peregrinos unos detrás de otros, como en fila india. Pasamos por delante de la Catedral y del Palacio Episcopal antes de llegar a una parte más nueva de la ciudad por donde la abandonamos.
Valle por una larga carretera que se aleja de Astorga pegada a un gigantesco cuartel del ejercito, más bien un complejo militar que debe medir cercade un kilómetro de largo. Por un lateral nos alcanza un grupo grande de militares que están haciendo footing matutino. Nos saludan con un ¡Buen Camino! recio y marcial mientras siguen su marcha.
Pasado el cuartel llegamos a una pequeña ermita, la del Ecce Homo, que está abierta y en la que hay bastantes peregrinos curioseando.
Nosotros también entramos, aunque no tiene nada de peculiar, y sellamos allí las credenciales. Mientras estamos allí llega un grupo en el que uno de sus miembros lleva un perro atado a la cintura.  Yo al principio pienso que es un ciego, pero cuando le veo moverse sin el perrome doy cuenta que ve mejor que yo. Es una manera cómoda de llevar al perro controlado y a mano en esta zona de carretera sin tener que usar una mano para sujetar la correa.
Saliendo de la ermita cruzamos un viaducto sobre las vías del tren y llegamos a un camino de tierra al principio del cual hay todo un despliegue de señales jacobeas: una cruz, flechas, un monolito indicando los próximos pueblos... Imposible perderse....
En este tramo nos adelanta un chico joven que va empujando un carrito de bebe especialmente preparado para engancharlo a una bici o llevarlo empujando por terrenos difíciles. Es muy ancho, con ruedas grandes de goma y todó cubierto con una capota de plástico transparente que proteje al niño. En este caso a una niña que va mirándolo todo encantada.
El caminito de tierra termina en una carretera que cruzamos para llegar al primer pueblo de la jornada, Murias de Rechivaldo, un pueblito típico maragato en el que no vamos a entrar, ya que hemos decidido coger una corta alternativa que en dos kilómetros nos lleva  a un pueblo aún más bonito: Castrillo de los Polvazares. Este es el pueblo maraagato mejor conservado y es Conjunto Histórico Artístico nacional. Para llegar bordeamos Murias de Rechivaldo y seguimos una carretera con algo de tráfico muy molesto durante dos kilómetros. Todo el rato vamos viendo el Camino, que discurre a apenas cuatrocientos metros por un montecillo a la izquierda de la carretera.
Una vez en Castrillo, recorremos el pueblo completamente solos. Es un pueblo alargado de casas de piedra muy bien conservadas. Lo que más nos llama la atención son las preciosas puertas de madera con pórticos de piedras, muchos de ellos arqueados. Todo parece nuevo y reluciente, aunque todas las casas están cerradas y no se ve a nadie por las calles.
Las calles son también de piedra. No permiten la entrada de coches salvo a los residentes y a la entrada hay un enorme parking.
Todo el pueblo está perfectamente conservado y es precioso. Hay varias casas rurales y restaurantes. Se ve que hay un importante turismo. 
Castrillo se extiende paralelo al Camino, así que al llegar al final solo tenemos que tomar una senda que poco a poco va subiendo y acercándose al Camino, que retomamos a apenas un kilómetro del siguiente pueblo, Santa Catalina de Somoza.
Estamos ya a diez kilómetros de Astorga. A la entrada del pueblo un vejete saluda a todos los que pasamos y nos dice que paremos en el segundo bar del pueblo, que allí está su nieto. Marketing rural sin mucho éxito ya que cuando entramos en el pueblo vemos que el primer bar está leño, y en el del nieto no hay nadie. Esto es típico del Camino. Todo el mundo para en el primer sitio que ve , sin andar un paso más de lo necesario. Eso hace que el lugar donde colocar un bar sea clave para el éxito del negocio.
Nosotros no paramos ni en el primer bar ni en el segundo. Vamos bien y queremos llegar al siguiente pueblo, El Ganso, donde está uno de los bares más característicos y renombrados del Camino, el Bar Cowboy. Como su nombre indica este bar está decorado como un bar del oeste y el dueño se comporta a tono con cosas como recibirte diciendo "que te pongo , forastero".
Así que con esta idea cruzamos Santa Catalina y comenzamos a recorrer los cuatro kilómetros que nos separan de El Ganso.
El Camino es ahora un cómodo andadero de tierra que va paralelo a una carreterilla sin nada de tráfico. Ya hemos subido unos cien metros desde Astorga y el paisaje de montaña empieza a ser precioso. Al frente y a la derecha tenemos los montes de León, aún nevados en sus cimas más altas. Si miramos hacia atrás vemos el valle donde está Astorgaa. La vegetación es de montaña: arbustos bajos, algunos con pequeñas flores y frutos morados o rojos y algunos árboles aquí y allá. Cada vez va habiendo también más pinos bajos.  El tiempo empieza a ser bastante caluroso, aunque hace un fuerte viento que refresca, aunque a ratos es bastante molesto.
Paloma se distancia y así en cuatro cómodos kilómetros alcanzamos El Ganso, un pueblo pequeño y prácticamente deshabitado. Al llegar al bar Cowboy nos encontramos con la sorpresa de que está cerrado por ser lunes. Nuestro gozo en un pozo. Afortunadamente antes de salir del pueblo encontramos un bar con una terraza muy agradable que está abierto y repleto de peregrinos descansando.
Conseguimos una mesita y nos tomamos unas coca colas. Justo en la mesa de al lado está el peregrino que lleva a su bebe en un carrito. Está con su mujer y una señora mayor que debe ser la abuela. Esta tiene a la niña en brazos y está jugando con ella. Paloma arrima el oído y se entera que la abuela y el abuelo van con un coche de apoyo y la madre hace los ratos de Camino que le apetece. Un buen plan familiar para Semana Santa....
Enfrente nuestro está un coreano que vimos ayer en Astorga y que llevaba un aparatoso vendaje en la pierna. No debe afectarle mucho, porque aquí está tan campante.
Tras descansar un rato continuamos Camino. Llevamos ya dieciséis kilómetros y las piernas empiezan a pesar, pero aún tenemos fondo suficiente para hacer sin problemas el siguiente tramo que en seis kilómetros nos lleva hasta Rabanal del Camino.
El inicio del tramo es similar al anterior. Un cómodo andadero pegado a la carretera que se prolonga por unos tres kilómetros. En este trozo adelantamos a un grupo bastante grande de Italianos que van parloteando incesantemente entre ellos.
No hay mucha más gente y se anda muy cómodo salvo por el viento.
Al final llegamos a un lugar donde se cruza una carreterilla y nos adentramos en un bosquecillo de pinos bajos que comienza a subir fuertemente por un sendero de tierra y piedra grandes bastante incómodo para caminar. El sendero va pegado a una valla de alambre en la que como mes costumbre en estos casos, los peregrinos se han dedicado a poner cruces hechas de maderas y ramas de la zona. Esto sucede en varios lugares del Camino, pero aquí es peculiar por dos cosas. Es el trozo más largo de cruces que yo he visto ( debe tener algo mas de medio kilómetro de largo) y algunas de las cruces están trabajadísimas, con decoración hecha con cintas y plásticos y muy llamativas ellas.
Termina este tramo en una carretera en fuerte ascenso por la que, en poco más de un kilómetro entramos en Rabanal del Camino.
Este es el final normal de están etapa, por lo que por sus empinadas calles se ve a bastante gente ya en chancletas y actitud de descanso. A nosotros aún nos quedan seis kilómetros de subida, pues vamos a dormir en Foncebadón, el pueblo más alto de la zona y ya a los pies de la Cruz de Ferro.
Son seis kilómetros más que ahora parecen un mundo, pero que mañana agradeceremos, pues acortan una etapa que si no pasaría de los treinta kilómetros por montaña. Además Foncebadón es un pueblo muy peculiar y apetece dormir allí.
Paramos no obstante a comer algo en Rabanal. Entramos en una tienda que regenta un argentino y compramos pan, bebidas y fruta. El argentino, simpático el hombre nos ofrece sentarnos en su jardín, donde tiene una mesita sombreada. Así que allí comemos tan ricamente.
Ya alimentados afrontamos el último tramo de la etapa. Rabanal es un pueblo en fuerte cuesta, así que la arrancada es penosa. Más lo debe ser para un peregrino muy grueso que vemos por allí y que le está preguntando a una señora donde puede comer antes de seguir a Foncebadón. Con como está de gordo, como coma mucho, este no llega....
Pasamos delante de la bonita iglesia de Rabanal y salimos del pueblo comenzando la ascensión. El principio es bastante cómodo, por un sendero de tierra fácil de sobrellevar. Al cabo de un kilómetro llegamos a un abrevadero donde está paciendo un enorme rebaño de ovejas que tenemos que atravesar por en medio. Los pocos guiris que han decidido seguir camino están encantados con esta muestra de la España rural y hacen fotos de todos los detalles.
El que mejor está es el perro pastor, que como hace mucho calor, se ha metido de cuerpo entero en el abrevadero y allí está tan feliz refrescándose mientras vigila el rebaño. Más fotos entusiastas de los guiris al sabio perro.
Desde allí comenzamos una muy fuerte subida por un sendero incómodo,  muy estrecho y pedregoso, que nos lleva hasta unas escaleras que dan acceso a una carretera que, siempre subiendo cruzamos.
Desde aquí las vistas son ya espectaculares.Se ve mucho más allá de Astorga todo la meseta. No se cuantos kilómetros abarcará el horizonte, pero tienen que ser muchísimos. Una pasada.
Continuamos subiendo y subiendo por caminos cada vez más molestos, de piedra sueltas y en algún tramo embarrados. El paisaje es casi todo el rato despejado, aunque de vez en cuando atravesamos pequeños grupos de árboles.
Finalmente llegamos al pie de una colina a la que ascendemos penosamente y desde cuya cima podemos ya ver Foncebadón a nuestra misma altura y como a un kilómetro de distancia, al otro lado de una carretera.
Etapa cumplida. Salvamos rápidamente la distancia y entramos en el curioso y fantasmagórico pueblo de Foncebadón. Es un pueblo muy pequeño. Tan solo un puñado de casas, la mayoría de ellas derruidas, a ambos lados de la única calle del pueblo, que es un sendero de piedras y tierra sin asfaltar.
Este es un pueblo que estaba abandonado hasta que se revitalizó el Camino. Desde entonces se han abierto cuatro o cinco albergues, un curioso restaurante medieval ( en el que queríamos cenar pero que hoy Lunes está cerrado ) y un hostal llamado Convento de Foncebadón, que es al que vamos nosotros. Llegamos a las tres y cuarto y de inmediato nos dan nuestra llave.
La habitación es sencilla, pero tiene una ducha de hidromasaje que es una delicia para los doloridos músculos de la espalda. Al menos eso dice Paloma, porque yo solo me doy una ducha normal y el tema del hidromasaje solo me sirve para darme dolorosos golpes con todos esos cacharritos y fuentecitas cada vez que intento moverme en la ducha.
Descansamos un rato y luego nos bajamos a la terracota del hostal a tomar algo. Antes Paloma, que se las sabe todas, se ha ligado a la simpática dueña del albergue coque comparte edificio con nuestro hostal y ha conseguido que nos deje utilizar (por tres euros) su lavadora, con lo que hoy me ahorro el lavado a mano en mi magnífica lavadora portátil, que se que está siendo un éxito en las redes sociales.
Damos una vuelta por el pueblo. Vuelta corte, pues el pueblo es enano y no da más de si, y mientras esperamos a cenar nos sentamos a leer y escribir en un saloncito. En estas llega, a las siete y con aspecto de reventado, el señor grueso al que vimos en Rabanal preguntando donde comer. Ha llegado. Reventado, pero ha llegado. Tiene mucho mérito.
Cenamos a las siete y media y ya nos recogemos.
Mañana también queremos levantarnos temprano. Es una etapa muy especial, de cumplimiento de promesas y de recuerdos a seres queridos en la Cruz de Hierro.
Una etapa que apetece mucho.
TRIVIAL DEL CAMINO.
La pregunta de ayer tenía mala leche. La ha acertado Isabel, que jugaba con obvia ventaja, y Juan, que se las sabe todas, aunque conteste a este trivial por medios no válidos.
El arquitecto que reformó el edificio donde ahora está el hotel fue el padre de Paloma, Jose Maria Anasagasti. Por eso quería espe
No puedo confirmar si la respuesta se Luis es válida, pero por si acaso, también la doy por buena.
Para hoy una pregunta de marujeo peregrino.
Me dice un pajarito (no, no es Hugo Chavez, es otro pajarito), que mi lavadora portátil para el Camino ha causado furosmentre el público femenino de este blog.
No es para menos. Se trata de un artilugio que con un peso de unos doscientos gramos te permite lavar de una vez y en tres minutos ( y bien lavada) toda la ropa de un día de caminata: polo, camiseta, dos pares de calcetines y ropa interior.
No debe ser difícil que lo encontréis si lo buscáis adecuadamente, así que la pregunta es:
- Que marca tiene mi lavadora portátil y de que exótico y lejano país es el invento.
Pues eso.

domingo, 29 de marzo de 2015

Dia 2 - Villar de Mazarife - Astorga. 32 kms. Etapa mixta y cansada.

Dia muy largo y cansado el de hoy.
Es la etapa más larga de la presente peregrinación y además representa el final de las tierras llanas y el comienzo de los montes de León que cruzaremos entre mañana y pasado. Entramos en tierras maragatas y llegamos a Asturica Augusta, ciudad que ya conocemos, pues Paloma y yo estuvimos aquí en una escapada gastronómicxa para comer la famosa carne del pueblo de Jiménez de Jamúz (creo que ese es el nombre) que tiene fama de ser la mejor de España. Y a fe que era exquisita.
Esta vez no va a haber exquisitas viandas, sino más bien montones de kilómetros, largos y cansados.
Previendo la larga jornada npos levantamos a las siete. Como ayer cambiaron la hora, en realidad para nosotros son las seis; o sea que el madrugón es importante. Pero merece la pena , pues saliendo a nas ocho calculamos haber cubierto los treinta y un kilómetros de la etapa para eso de las tres de la tarde, lo que nos da tiempo para descansar en Astorga.
Desayunamos en el Albergue charlando con la hospitalera que es muy simpática y nos dice que casi todos los que pasan por aquí son extranjeros. Por lo visto los españoles prefieren la ruta de la carretera, que es la que marcan las guías españolas. Las inglesas y alemanas, sin embargo, recomiendan esta ruta, que es mucho más bonita.
Nos cuenta también que ayer, los otros únicos españoles que había le despertaron de madrugada. Por lo visto son un par de matrimonios que han venido con un coche, Ellas hacen el Camino y ellos las siguen motorizados. Por lo visto, ayer decidieron irse de juerga a León, y no se dieron cuenta de que esto es un albergue, no el Ritz. Los albergues cierran a las diez y no tienen servicio de noche. Así que cuando legaron y encontraron el Albergue cerrado, llamaron a la dueña. Menuda banda. Esos no son peregrinos, sino turistas de barateo. Pero supongo que era la primera vez y no les volverá a pasar, pues la bronca que se llevaron de la dueña, que tuvo que levantarse y ir de su casa al albergue para abrirles debió ser de aupa.
A las ocho estamos ya saliendo del Albergue. En la puerta están los del coche, a los que miramos con un cierto cachondeo. No han debido dormir mucho, pero quieren marcharse lo antes posible.
El día es frío y algo cubierto. Vamos con toda la ropa de invierno puesta y, la verdad no sobra. Mejor un poco de fresco para caminar.
Las calles de Villar están desiertas mientras las cruzamos. Solo se ven algunos peregrinos que, como nosotros, están comenzando la jornada.
Pronto atravesamos el pueblo y salimos a una carretera larga y recta que se pierde en la distancia. El terreno es completamente llano y se ven kilómetros y kilómetros de campos cultivados que empiezan ya a verdear. Las plantas aún están muy bajas, casi a ras de suelo. A lo largo de todo el Camino hay un complejo sistema de canales de riego que alimenta los campos por los que vamos avanzando, todo el rato por el asfalto de la carretera.
Avanzamos rápido. Las piernas se calientan rápidamente y no tenemos dolores de consideración, así que los primeros kilómetros pasan rápidamente.
La recta carretera nos permite ver a los peregrinos que avanzan delante de nosotros. Vamos casi todos a la misma velocidsd , por lo que hay pocos adelantamientos.
En poco más de una agradable hora de Camino llegamos a un cruce con una carretera que leva al cercano pueblo de San Martín del Camino, que está en el otro itinerario, el que no cojimos ayer en La Virgen del Camino. Y es que las dos rutas van casi parelelas, una por la nacional y otra por está carreterila sin tráfico.
Y además, a partir de aquí la carretera se termina y avanzamos por un agradable sendero de tierra por el mismo tipo de campos hasta llegar en cuatro kilómetros más a Villavante. En este pueblo tampoco se entra, pero el dueño de un albergue o de un bar, ha borrado las flechas que señalan el Camino y ha pintado otras que dirigen hacia el centro del pueblo, con la evidente intención de que los peregrinos se desvíen y pasen por la puerta de su establecimiento. Una gamberrada y una falta de respeto al peregrino que supone algo así como un kilómetro más de Camino para los que piquen. Las dos parejas que llevamos por delante pican. Nosotros, como conocemos el sendero real, seguimos rectos y evitamos el pueblo.
Pasamos por un bosquecillo y llegamos a unas vías que se cruzan sin paso a nivel ni nada. Allí se unen a nosotros los que vienen del pueblo y ya todos juntos continuamos hacia el doble pueblo de Puente y Hospital de Órbigo.
Tras tres kilómetros más por los mismos senderos cruzamos una autovía por un puente elevado y siguiendo una carreterilla cruzamos hasta la carretera nacional que viene desde León, y nos juntamos con los que eligieron ayer el otro Camino justo a la entrada del pueblo.
Puente Órbigo y Hospital de Órbigo se encuentra unidos por el que es el puente mas famoso del Camino, junto al de Puente la Reina en Navarra.
Se trata de un puente medieval de unos trescientos metros de largo que salva el pequeño Río Órbigo y toda la vaguada que une o separa los dos pueblos.
Pero lo que hace famoso el puente no es lo bonito que es, ni lo largo. Lo que de verdad le ha hecho famoso es que aquí tuvo lugar el Paso Honroso de Don Suero de Quiñones. Es una famosa justa medieval que ya he contado anteriormente en este blog, por lo que el que quiera recordarla no tiene más que buscar esta misma etapa en mi Camino de 2.013.
Para recordar la hazaña, todos los años se organizan aquí unas justas medievales. Para ello tienen en la vaguada un estadio de justas permanente. Debe ser bonito llegar cuando estén celebrando el torneo.
Hoy, Domingo de Ramos, no hay justas, ni por lo visto nada, porque casi todo en el pueblo está cerrado.
Queremos parar, porque ya llevamos quince kilómetros y nos merecemos un descanso, así que nos acercamos a la enorme y despejada plaza mayor del pueblo donde encontramos un bar abierto. Nos sentamos en la terraza, pues hace buen tiempo y descansamos un rato. Mientras estamos allí viene un peregrino muy viejo y con más pinta de vagabundo que otra cosa. De hecho, le hemos visto antes pidiendo limosna y paloma le ha dado un euro. Ahora, evidentemente, viene al bar a gastarse lo en una enorme copa de vino que se atiza de un trago. Una parroquiana que está por allí dice que este no se marcha hasta que no visite los dieciséis bares del pueblo, y que a ese paso no llega a Astorga ni mañana. Desde luego pinta tiene.
Continuamos saliendo ya del pueblo.
Justo al final de este, el Camino vuelve a dividirse. Igual que ayer se puede elegir un sendero pegado a la carretera o un camino que va por el campo.  Nosotros elegimos el campestre y nos desviamos a la derecha hacia el cercano pueblo de Villares de Orbigo, a apenas dos kilómetros de distancia.
A partir de Villares la etapa cambia completamente. Se ha terminado el páramo y comienzan las primeras estribaciones de la montaña leonesa. A partir de ahora el terreno es ondulado con continuos toboganes que cansan mucho las piernas, que ya llevan diecisiete kilómetros encima en la jornada.
Paramos en la plaza de Villares a quitarnos los forros polares, que a estas horas ya sobran. Es una plaza grande, en la que hay una cruz dedicada a los peregrinos, lo que se agradece.
Salimos ya del pueblo en subida. Una ascensión ligerita que nos hace subir un montecillo desde el que se tiene una preciosa vista de todo el valle hasta Puente Orbigo y más allá. Es una subida ligera y agradable que termina en una carreterilla que corona el monte y que baja ya al siguiente pueblo, que se ve en la inmediata vaguada. Es Santibañez de Valdeiglesias, un pueblo grandecito al que llegamos en un momento. Justo a su entrada hay un tipo nombrado en una bicicleta y hablando solo. Vocifera cosas incomprensibles, da vueltas con la bici, se baja y anda un rato... Un chalado, que afortunadamente está a lo suyo y no parece darse cuenta ni de que pasamos a su lado.
Justo cuando ya nos alejamos entrando en el pueblo le oímos gritar: ¡ Ya llega!, ¡Ya llega!. Y nos damos cuenta de la razón de su nerviosismo. Por la carretera llega la furgoneta de la panadera, se llama Laura. Lo sabemos porque el tipo no para de gritar ¡Para, Laura!. Dotes detectivescas que tiene uno.
Laura le debe conocer mejor que nosotros, ya que en cuanto le ve, acelera y trono una curva casi en dos ruedas para alejarse de él. Pero eso no corta a su galán, que de inmediato se monta en su bici y se pone a seguirla pedaleando como loco.
Una bonita historia de amor despechado que no sabemos como termina. Que cada uno imagine un final..... El que yo me imagino incluye un hacha y mucha sangre...
Pasado este momento, atravesamos Santibañez y comenzamos a subir de nuevo. Pensamos ya en parar a comer alfo, pues ya llevamos veinte kilómetros. La salida en cuesta de Santibañez se prolonga durante un kilómetro por una cómoda pista en la que nos adelante una manada de unos veinte ciclistas, que incluye un tándem y uno que lleva adosado amla bici un carrito con equipaje. Este me pasa tan pegado que me llena los ojos del polvo que levanta el carrito. Siempre tan agradables estos ciclistas a los que el cielo bendiga con una buena rotura de cadena o un pinchazo...
Terminado el alto de Santibañez hay un lugar donde hay una mesita en un lugar donde han puesto una cruz y una bastante fea estatua que parece un espantapájaros. Teníamos pensado parar aquí a comer, pero hace bastante viento y decidimos seguir un poco hasta un lugar más resguardado. Pero el Camino dicta sus reglas y ese poco se va a convertir en siete kilómetros más sin parar y en que al final pararemos en un lugar aún con más viento. Pero tiempo al tiempo....
Bajamos del alto de Santibañez por un muy incómodo camino lleno de grandes cantos que hacen difícil andar. A partir de aquí se suceden tres subidas y bajadas por montecillos, cada una de las cuales es más empinada y cansada que la anterior.
Ya vamos muy cansados, pero no encontramos el lugar para parar, así que seguimos y seguimos, cada vez más con el piloto automático puesto.
La última cuesta, muy fuerte, nos lleva a una meseta donde han instalado un chiringuito alternativo. Y es alternativo porque no tiene refrescos, ni comidas ni nada de lo que te encuentras habitualmente en un chiringuito del Camino. Solo parece tener  zumos e infusiones en unos botes de dudoso aspecto. Así que nuestro gozó en un pozo.
Seguimos por la meseta durante otro par de kilómetros hasta que llegamos a su final. Este está en el Crucero de Santo Toribio, un sitio precioso justo en el borde de la meseta, donde hay aparte de la bonita cruz que ele da nombre, un precioso mirador sobre Astorga con los montes de León al fondo, entre los que destaca el Teleno, justo detrás de la ciudad.
La vista es preciosa y además hay unas mesitas ideales para sentarse por fin.
Así que, a pesar de que hace bastante viento, nos sentamos ya muy cansados y nos prepareamos nuestros bocadillos de fiambre y queso.  Hay mucha hambre y caen fenomenal. Hemos hechjomal final veintisiete kilómetros antes de comer y ya estamos sólo a cuatro de Astorga.
Pero esos cuatro se hacen eternos. Estamos ya muy cansados, el paisaje a partir de aquí. No tiene ningún atractivo y solo queremos llegar al hotel. Así que en vez de cuatro kilómetros nos parecen cuarenta...
Bajamos primero desde el alto hasta el pueblo de San Justo de la Vega, un suburbio de Astorga que se encuentra justo a los pies del alto. Al salir de él cruzamos un bonito puente medieval por una pasarela metálica que está a su lado y poco después tomamos un sendero paralelo a la carretera que nos lleva pegados a una fea fábrica hasta la entrada de Astorga.
Salvamos las vías del tren por una curiosa pasarela de múltiples tramos que se hace larguísima y, tras superar una rotonda y una empinadísima pero corta cuesta final, entramos en Astorga justo por el lugar donde se encuentra el albergue municipal, a cuya entrada hay una preciosa estatua de un caminante, que no peregrino, ya que lleva una maleta y no una mochila.
Doscientos metros más adelante se encuentra la entrada de nuestro hotel, el Vía de la Plata. ¡ Por fin!. Que etapa más larga y que final más pesado. Son las tres y media de la tarde y llevamos andando desde las ocho. Estamos revemtados, pero contentos de haber terminado.
La habitación está muy bien. Este es uno de los mejores hoteles de Astorga, que he elegido porque para Paloma es especial y le apetecía dormir en él.
Subimos a la habitación y Paloma se prepara de inmediato un baño de campeonato, mientras yo salgo de nuevo a comprar una botella de agua de litro y medio que me bebo casi de un solo trago.
Descansamos un rato y a eso de las seis y media salimos a dar una vuelta. Justo al salir, vemos que de una iglesia que hay justo al lado del hotel está saliendo una procesión. Estamos de procesiones este año...
Se trata de una Virgen de Dolores a la que como dato curioso, acompaña una compañía de gaiteros aparte de la tradicional banda.  Nunca había visto gaiteros en una procesión y la verdad, quedan bien.
Todo el recorrido de la procesión está lleno de gente, pero no hayan problema para verla perfectamente. La seguimos un rato y luego paseamos por la ciudad buscando, sin conseguirlo, una iglesia donde haya misa. No hay misas por la tarde en domingo de Ramos. Así que a eso de las ocho y media cenamos un menú peregrino en un restaurante en la Plaza Mayor de Astorga antes de recogernos en el hotel.
Hay que acostarse pronto. Mañana comenzamos de verdad a subir los Montes de León. Tenemos veintiséis kilómetros hasta el pueblo fantasma de Foncebadón, ya a solo dos kilómetros del lugar más hondamente espiritual del Camino: La Cruz de Ferro, a la que llegaremos en la amanecida de pasado mañana.
TRIVIAL DEL CAMINO.
Isabel ha acertado perfectamente la respuesta de hoy. La Estela de Gibraltar marca el lugar, cerca de Ostabat, donde se juntan los tres caminos franceses antes de llegar a Saint Jean Pied de Port y cruzar los Pirineos.
Juan creo que también la ha contestado; pero como ha utilizado medios a los que no tiene acceso este humilde cronista (NI QUIERE TENERLOS, QUE QUEDE CLARO), no puedo comprobar la exactitud; aunque sabiendo la diligencia del Juan, estoy seguro que su contestación es correcta.
Para hoy una pregunta muy difícil para casi todos y que no va a ser facil de encontrar en Google.
El hotel donde dormimos hoy, el Vía de la Plata, se encuentra situado en parte de lo que fue el Convento de los Padres Redentoristas de Astorga.
El edificio, así como la aneja iglesia de los Redentoristas, estaban casi abandonados y en muy mal estado hasta que en los años 80 del siglo XX fueron restaurados, adquiriendo el magnífico aspecto que tienen hoy. Posteriormente a la restauración uno de los edificios fue adquirido por una cadena hotelera que adaptó el inmueble y lo convirtió en este hotel.
La pregunta es la siguiente:
- ¿Cual es el nombre y apellido de al menos uno de los arquitectos que proyectaron, firmaron y desarrollaron esa magnífica restauración de los años 80 ?.