lunes, 30 de marzo de 2015

Dia 3 - Astorga - Foncebadón. 29 kms. En el poblado fantasma.

Una etapa deliciosa. Larga, pero muy  entretenida y con un final espectacular en el poblado de Foncebabón, a casi 1.500 metros de altura y con unasimpresionantes vistas de la Maragatería. Desde aquí vemos perfectamenteAstorga en la lejanía e impresiona darte cuenta de la distancia que hemos recorrido hoy. Visto desde aquí me parece imposible que hayamos recorrido tanta distancia y subido tanta altura.
Astorga se ve lejos, muy lejos y se ve además muy abajo, como si lo estuviésemos viendo desde un avión. Desde allí no hemos hecho más que subir y subir, en total unos 700 metros de desnivel que no se han hecho especialmente pasados.
Una muy buena jornada con un tiempo excelente.  Llevamos toda la tarde sentados en una terraza a la puerta de nuestro hostal disfrutando del sol en mangas de camisa y descansando del esfuerzo realizado,. Una gozada.
Gozada que nos hemos ganado, pues físicamente la jornada ha sido de aupa, aunque no parece habernos pasado excesiva factura.
Ayer las pasé canutas para subir las fotos al blog. Mi cámara de fotos parece estar estropeada y no graba bien las tarjetas, con lo que la PDA no las reconoce. Tras muchos intentos ayer conseguí al fin que me reconociese la que he estado usando estos días, pero hoy no se lo que pasará. Además en este pueblo perdido no hay apenas cobertufa, así que no se como publicaré hoy. Si no puedo hacerlo, lo dejaré para mañana.
Nos hemos levantado a las siete tras dormir como reyes y sin un solo ruido.
Hemos desayunado en el hotel que tiene un buffet normalito y a las ocho y media estábamos ya en Camino.
Para salir de Astorga tenemos que cruzar toda la ciudad, que a estas horas está empezando su actividad. Vamos varios grupos de peregrinos unos detrás de otros, como en fila india. Pasamos por delante de la Catedral y del Palacio Episcopal antes de llegar a una parte más nueva de la ciudad por donde la abandonamos.
Valle por una larga carretera que se aleja de Astorga pegada a un gigantesco cuartel del ejercito, más bien un complejo militar que debe medir cercade un kilómetro de largo. Por un lateral nos alcanza un grupo grande de militares que están haciendo footing matutino. Nos saludan con un ¡Buen Camino! recio y marcial mientras siguen su marcha.
Pasado el cuartel llegamos a una pequeña ermita, la del Ecce Homo, que está abierta y en la que hay bastantes peregrinos curioseando.
Nosotros también entramos, aunque no tiene nada de peculiar, y sellamos allí las credenciales. Mientras estamos allí llega un grupo en el que uno de sus miembros lleva un perro atado a la cintura.  Yo al principio pienso que es un ciego, pero cuando le veo moverse sin el perrome doy cuenta que ve mejor que yo. Es una manera cómoda de llevar al perro controlado y a mano en esta zona de carretera sin tener que usar una mano para sujetar la correa.
Saliendo de la ermita cruzamos un viaducto sobre las vías del tren y llegamos a un camino de tierra al principio del cual hay todo un despliegue de señales jacobeas: una cruz, flechas, un monolito indicando los próximos pueblos... Imposible perderse....
En este tramo nos adelanta un chico joven que va empujando un carrito de bebe especialmente preparado para engancharlo a una bici o llevarlo empujando por terrenos difíciles. Es muy ancho, con ruedas grandes de goma y todó cubierto con una capota de plástico transparente que proteje al niño. En este caso a una niña que va mirándolo todo encantada.
El caminito de tierra termina en una carretera que cruzamos para llegar al primer pueblo de la jornada, Murias de Rechivaldo, un pueblito típico maragato en el que no vamos a entrar, ya que hemos decidido coger una corta alternativa que en dos kilómetros nos lleva  a un pueblo aún más bonito: Castrillo de los Polvazares. Este es el pueblo maraagato mejor conservado y es Conjunto Histórico Artístico nacional. Para llegar bordeamos Murias de Rechivaldo y seguimos una carretera con algo de tráfico muy molesto durante dos kilómetros. Todo el rato vamos viendo el Camino, que discurre a apenas cuatrocientos metros por un montecillo a la izquierda de la carretera.
Una vez en Castrillo, recorremos el pueblo completamente solos. Es un pueblo alargado de casas de piedra muy bien conservadas. Lo que más nos llama la atención son las preciosas puertas de madera con pórticos de piedras, muchos de ellos arqueados. Todo parece nuevo y reluciente, aunque todas las casas están cerradas y no se ve a nadie por las calles.
Las calles son también de piedra. No permiten la entrada de coches salvo a los residentes y a la entrada hay un enorme parking.
Todo el pueblo está perfectamente conservado y es precioso. Hay varias casas rurales y restaurantes. Se ve que hay un importante turismo. 
Castrillo se extiende paralelo al Camino, así que al llegar al final solo tenemos que tomar una senda que poco a poco va subiendo y acercándose al Camino, que retomamos a apenas un kilómetro del siguiente pueblo, Santa Catalina de Somoza.
Estamos ya a diez kilómetros de Astorga. A la entrada del pueblo un vejete saluda a todos los que pasamos y nos dice que paremos en el segundo bar del pueblo, que allí está su nieto. Marketing rural sin mucho éxito ya que cuando entramos en el pueblo vemos que el primer bar está leño, y en el del nieto no hay nadie. Esto es típico del Camino. Todo el mundo para en el primer sitio que ve , sin andar un paso más de lo necesario. Eso hace que el lugar donde colocar un bar sea clave para el éxito del negocio.
Nosotros no paramos ni en el primer bar ni en el segundo. Vamos bien y queremos llegar al siguiente pueblo, El Ganso, donde está uno de los bares más característicos y renombrados del Camino, el Bar Cowboy. Como su nombre indica este bar está decorado como un bar del oeste y el dueño se comporta a tono con cosas como recibirte diciendo "que te pongo , forastero".
Así que con esta idea cruzamos Santa Catalina y comenzamos a recorrer los cuatro kilómetros que nos separan de El Ganso.
El Camino es ahora un cómodo andadero de tierra que va paralelo a una carreterilla sin nada de tráfico. Ya hemos subido unos cien metros desde Astorga y el paisaje de montaña empieza a ser precioso. Al frente y a la derecha tenemos los montes de León, aún nevados en sus cimas más altas. Si miramos hacia atrás vemos el valle donde está Astorgaa. La vegetación es de montaña: arbustos bajos, algunos con pequeñas flores y frutos morados o rojos y algunos árboles aquí y allá. Cada vez va habiendo también más pinos bajos.  El tiempo empieza a ser bastante caluroso, aunque hace un fuerte viento que refresca, aunque a ratos es bastante molesto.
Paloma se distancia y así en cuatro cómodos kilómetros alcanzamos El Ganso, un pueblo pequeño y prácticamente deshabitado. Al llegar al bar Cowboy nos encontramos con la sorpresa de que está cerrado por ser lunes. Nuestro gozo en un pozo. Afortunadamente antes de salir del pueblo encontramos un bar con una terraza muy agradable que está abierto y repleto de peregrinos descansando.
Conseguimos una mesita y nos tomamos unas coca colas. Justo en la mesa de al lado está el peregrino que lleva a su bebe en un carrito. Está con su mujer y una señora mayor que debe ser la abuela. Esta tiene a la niña en brazos y está jugando con ella. Paloma arrima el oído y se entera que la abuela y el abuelo van con un coche de apoyo y la madre hace los ratos de Camino que le apetece. Un buen plan familiar para Semana Santa....
Enfrente nuestro está un coreano que vimos ayer en Astorga y que llevaba un aparatoso vendaje en la pierna. No debe afectarle mucho, porque aquí está tan campante.
Tras descansar un rato continuamos Camino. Llevamos ya dieciséis kilómetros y las piernas empiezan a pesar, pero aún tenemos fondo suficiente para hacer sin problemas el siguiente tramo que en seis kilómetros nos lleva hasta Rabanal del Camino.
El inicio del tramo es similar al anterior. Un cómodo andadero pegado a la carretera que se prolonga por unos tres kilómetros. En este trozo adelantamos a un grupo bastante grande de Italianos que van parloteando incesantemente entre ellos.
No hay mucha más gente y se anda muy cómodo salvo por el viento.
Al final llegamos a un lugar donde se cruza una carreterilla y nos adentramos en un bosquecillo de pinos bajos que comienza a subir fuertemente por un sendero de tierra y piedra grandes bastante incómodo para caminar. El sendero va pegado a una valla de alambre en la que como mes costumbre en estos casos, los peregrinos se han dedicado a poner cruces hechas de maderas y ramas de la zona. Esto sucede en varios lugares del Camino, pero aquí es peculiar por dos cosas. Es el trozo más largo de cruces que yo he visto ( debe tener algo mas de medio kilómetro de largo) y algunas de las cruces están trabajadísimas, con decoración hecha con cintas y plásticos y muy llamativas ellas.
Termina este tramo en una carretera en fuerte ascenso por la que, en poco más de un kilómetro entramos en Rabanal del Camino.
Este es el final normal de están etapa, por lo que por sus empinadas calles se ve a bastante gente ya en chancletas y actitud de descanso. A nosotros aún nos quedan seis kilómetros de subida, pues vamos a dormir en Foncebadón, el pueblo más alto de la zona y ya a los pies de la Cruz de Ferro.
Son seis kilómetros más que ahora parecen un mundo, pero que mañana agradeceremos, pues acortan una etapa que si no pasaría de los treinta kilómetros por montaña. Además Foncebadón es un pueblo muy peculiar y apetece dormir allí.
Paramos no obstante a comer algo en Rabanal. Entramos en una tienda que regenta un argentino y compramos pan, bebidas y fruta. El argentino, simpático el hombre nos ofrece sentarnos en su jardín, donde tiene una mesita sombreada. Así que allí comemos tan ricamente.
Ya alimentados afrontamos el último tramo de la etapa. Rabanal es un pueblo en fuerte cuesta, así que la arrancada es penosa. Más lo debe ser para un peregrino muy grueso que vemos por allí y que le está preguntando a una señora donde puede comer antes de seguir a Foncebadón. Con como está de gordo, como coma mucho, este no llega....
Pasamos delante de la bonita iglesia de Rabanal y salimos del pueblo comenzando la ascensión. El principio es bastante cómodo, por un sendero de tierra fácil de sobrellevar. Al cabo de un kilómetro llegamos a un abrevadero donde está paciendo un enorme rebaño de ovejas que tenemos que atravesar por en medio. Los pocos guiris que han decidido seguir camino están encantados con esta muestra de la España rural y hacen fotos de todos los detalles.
El que mejor está es el perro pastor, que como hace mucho calor, se ha metido de cuerpo entero en el abrevadero y allí está tan feliz refrescándose mientras vigila el rebaño. Más fotos entusiastas de los guiris al sabio perro.
Desde allí comenzamos una muy fuerte subida por un sendero incómodo,  muy estrecho y pedregoso, que nos lleva hasta unas escaleras que dan acceso a una carretera que, siempre subiendo cruzamos.
Desde aquí las vistas son ya espectaculares.Se ve mucho más allá de Astorga todo la meseta. No se cuantos kilómetros abarcará el horizonte, pero tienen que ser muchísimos. Una pasada.
Continuamos subiendo y subiendo por caminos cada vez más molestos, de piedra sueltas y en algún tramo embarrados. El paisaje es casi todo el rato despejado, aunque de vez en cuando atravesamos pequeños grupos de árboles.
Finalmente llegamos al pie de una colina a la que ascendemos penosamente y desde cuya cima podemos ya ver Foncebadón a nuestra misma altura y como a un kilómetro de distancia, al otro lado de una carretera.
Etapa cumplida. Salvamos rápidamente la distancia y entramos en el curioso y fantasmagórico pueblo de Foncebadón. Es un pueblo muy pequeño. Tan solo un puñado de casas, la mayoría de ellas derruidas, a ambos lados de la única calle del pueblo, que es un sendero de piedras y tierra sin asfaltar.
Este es un pueblo que estaba abandonado hasta que se revitalizó el Camino. Desde entonces se han abierto cuatro o cinco albergues, un curioso restaurante medieval ( en el que queríamos cenar pero que hoy Lunes está cerrado ) y un hostal llamado Convento de Foncebadón, que es al que vamos nosotros. Llegamos a las tres y cuarto y de inmediato nos dan nuestra llave.
La habitación es sencilla, pero tiene una ducha de hidromasaje que es una delicia para los doloridos músculos de la espalda. Al menos eso dice Paloma, porque yo solo me doy una ducha normal y el tema del hidromasaje solo me sirve para darme dolorosos golpes con todos esos cacharritos y fuentecitas cada vez que intento moverme en la ducha.
Descansamos un rato y luego nos bajamos a la terracota del hostal a tomar algo. Antes Paloma, que se las sabe todas, se ha ligado a la simpática dueña del albergue coque comparte edificio con nuestro hostal y ha conseguido que nos deje utilizar (por tres euros) su lavadora, con lo que hoy me ahorro el lavado a mano en mi magnífica lavadora portátil, que se que está siendo un éxito en las redes sociales.
Damos una vuelta por el pueblo. Vuelta corte, pues el pueblo es enano y no da más de si, y mientras esperamos a cenar nos sentamos a leer y escribir en un saloncito. En estas llega, a las siete y con aspecto de reventado, el señor grueso al que vimos en Rabanal preguntando donde comer. Ha llegado. Reventado, pero ha llegado. Tiene mucho mérito.
Cenamos a las siete y media y ya nos recogemos.
Mañana también queremos levantarnos temprano. Es una etapa muy especial, de cumplimiento de promesas y de recuerdos a seres queridos en la Cruz de Hierro.
Una etapa que apetece mucho.
TRIVIAL DEL CAMINO.
La pregunta de ayer tenía mala leche. La ha acertado Isabel, que jugaba con obvia ventaja, y Juan, que se las sabe todas, aunque conteste a este trivial por medios no válidos.
El arquitecto que reformó el edificio donde ahora está el hotel fue el padre de Paloma, Jose Maria Anasagasti. Por eso quería espe
No puedo confirmar si la respuesta se Luis es válida, pero por si acaso, también la doy por buena.
Para hoy una pregunta de marujeo peregrino.
Me dice un pajarito (no, no es Hugo Chavez, es otro pajarito), que mi lavadora portátil para el Camino ha causado furosmentre el público femenino de este blog.
No es para menos. Se trata de un artilugio que con un peso de unos doscientos gramos te permite lavar de una vez y en tres minutos ( y bien lavada) toda la ropa de un día de caminata: polo, camiseta, dos pares de calcetines y ropa interior.
No debe ser difícil que lo encontréis si lo buscáis adecuadamente, así que la pregunta es:
- Que marca tiene mi lavadora portátil y de que exótico y lejano país es el invento.
Pues eso.

4 comentarios:

  1. Si para que el primo del Trivial (un fin de semana en Santiago) te vas a dedicar a poner preguntas del álbum familiar, vos dados, porque la lavadora la conocen tus cuñados, amigos hermanos etc, pero vamos.
    La lavadora la invento un estudiante chino y la marca Haie.


    La arquitecta hizo la renivación a hotel tal como edtás en 2011.
    Disfrutad de estas bonitas etapas

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  2. Ayer la verdad es que jugue con ventaja. Hoy creo que puede ser la lavadora scrubbe, de origen australiano, aunque se puede comprar a traves de los chinos. Si es esa no tiene pinta de lavar muy bien...¡que sigais tan bien como hasta ahora!.

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  3. Por cierto en las fotos de la etapa hasta Astorga, hay una foto de Paloma en Hospital de Orbigo con los famosos plataneros, la foto del platanero brotándole hojas que os enviamis el año pasado era uno de esos.

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  4. Las paisajes son preciosos! Y menos mal que siempre te topas con argentinos que son buena gente.
    Ahora a ti te tienen que pagar las webs por posicionar las porq con lo del trivial hasta tu blog es trending topic!!! Y en la respuesta coincido con Isabel. Para mi la lavadora es scrubba y es australiana. Parece muy buena. Nos van a tener que hacer una demostración!! Muchos besos y buen camino!!!

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